Muchas han sido las donaciones que ha recibido la imagen de Señora Santa Ana, patrona de nuestra ciudad, a lo largo de los tiempos, y que no fueron sino claro reflejo de la importancia que adquirió su devoción, especialmente en los siglos XVI-XVII. Ahí están, por poner unos ejemplos, los tributos que donó el licenciado don Pedro de Bohórquez, clérigo de Villafranca de la Marisma, aunque de ascendencia nazarena. O las dos lámparas de plata que el sevillano Diego de Nofuentes entregó a la capilla de Santa Ana, y que el escribano público Juan de Poza se encargó de mantenerlas siempre encendidas, para así alumbrar en todo momento a la imagen de la patrona.
En esta ocasión nos centraremos en una de esas donaciones que, curiosamente, fue también una lámpara de plata. Y lo haremos no tanto por el propio objeto, aunque estuviese realizado en metal noble, sino por la donante, perteneciente a una de las familias más destacadas de la aristocracia hispalense. Nos estamos refiriendo a doña Catalina Enríquez de Ribera y Cortés (c.1568-1635), duquesa consorte de Osuna.
Esta distinguida dama era la tercera de los hijos de don Fernando Enríquez de Ribera, II duque de Alcalá de los Gazules, y de doña Juana Cortés Ramírez de Arellano, hija del famoso Hernán Cortés, marqués del Valle y conquistador de México-Tenochtitlán. Siendo una niña y durante sus primeros años de juventud, doña Catalina pasó largas temporadas acompañando a sus padres en el heredamiento de Villanueva del Pítamo, término de Dos-Hermanas y propiedad de los Enríquez de Ribera. Y durante sus estancias, en más de una ocasión pasó a nuestra villa donde conocería la devoción a Santa Ana.
Mucha sería la devoción que sentiría por la Santa Abuela de Cristo que poco después de contraer matrimonio con don Pedro Girón de Velasco, III duque de Osuna (conocido como «el Gran Duque de Osuna»), donó a la imagen de Santa Ana de Dos-Hermanas una lámpara de plata, con la expresa condición de «que agora n[i ningún] tienpo del mundo la confradía que ay de Señora Santa Ana en su capilla ni confrades della ni legados arzobispa[les] ni el prior de las hermitas ni otra ninguna persona ni dignidad ni perlado tenga parte ni señorío en ella ni la pueda quitar para ninguna nezesidad que la dicha confradía ni ermita pudiere tener ni para otra ninguna cosa», porque era intención de la duquesa que la lámpara «arda para sienpre jamás delante d[e la I]magen de Señora Santa Ana en la e[rmita] que tiene en esta villa». Y en caso de que intentaran apoderarse de la lámpara, ésta sería retirada por la duquesa o por su hermano don Fernando Enríquez de Ribera.
Qué motivó tal donación es algo que desconocemos, aunque es probable que fuera una forma de agradecer el que llegasen a buen puerto las negociaciones de su matrimonio en 1594 con el citado duque, sobre todo teniendo en cuenta el fracaso de su anterior matrimonio con el V duque de Alba, que acabó en anulación un año antes.
Por fortuna, se conserva el acta de entrega de la lámpara, que tuvo lugar el 5 de noviembre de 1595. Fue Francisco de Trejo y Sobremonte, camarero del duque de Osuna y estrecho colaborador de la duquesa, el encargado de entregar la lámpara a Luis Carrillo «el Viejo», un sevillano de la collación de San Pedro, afincado en Dos-Hermanas pues era mayordomo [1594-1611] de doña Leonor de Ayala, otra distinguida dama hispalense, cabeza del linaje de los Díaz de Toledo, que tanta importancia tuvo en la Dos-Hermanas del siglo XVI, y emparentado con los Enríquez de Ribera, razón por la cual fue Carrillo el encargado de recibir la lámpara, como representante en Dos-Hermanas de los Díaz de Toledo.
En ese acta de entrega se menciona que la lámpara está realizada en plata «con todo su aderezo, que pesa mill reales poco más o menos», y que en ella «está[n] dibujadas las armas de los Jirones y Riberas, que son dos escudos en blanco y vno dondestán dibujadas las dichas armas que son vn castillo y vn león y unos jirones abajo con vn cavallo por coronel y vnas bandas atravesadas con l[os] dichos». El acta, levantada por el ya citado Juan de Poza, recoge que Luis Carrillo «puso la dicha lánpara en la dicha capilla de Señora Santa Ana, alumbrando su Ymajen», siendo testigos de todo ello Diego Hernández, maestro barbero y cirujano de la villa, Sebastián de Góngora, y Francisco de Poza, maestro carpintero, todos ellos vecinos de Dos-Hermanas.
Sin embargo, no sabemos cuál es el paradero actual de la lámpara, ni cuándo se perdió su pista, pues en las siguientes décadas no existe mención alguna a esta pieza. No sabemos si la cofradía o la autoridad eclesiástica hizo uso de ella, si la casa ducal de Osuna la retiró, o si alguien se apoderó de ella. Nada se sabe…