“El centro de la romería es la Virgen; lo demás es adorno”

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    Hugo Santos Gil en un momento de su pregón.Hugo Santos Gil desgrana un pregón cargado de recuerdos y vivencias en torno a la imagen de Valme

    Con palabras de agradecimiento pero también con “extrañeza por estar delante de este atril” comenzó Hugo Santos Gil su pregón dedicado a la Virgen de Valme antes de la Romería 2008. Presentado por su hermana Blanca, quien lo definió como “alguien que ante todo venera a María de Valme”, Hugo Santos quiso que su pregón fuese más “una charla amena en torno a la Madre que nos hace a todos hermanos”. Y vaya si lo consiguió, haciendo que al término del pregón, que concluyó con un “Amén” emocionado, muchos de los presentes en la parroquia estuviesen al borde de las lágrimas.
     

    Los tres mantos de Fe, Esperanza y Amor
    El pregonero partió de una sencilla premisa: “Valme y vida son la misma palabra” y desde ahí fue uniendo la historia de la devoción a Valme con la suya propia, a base de recuerdos infantiles, ligados indisolublemente a la casa de la abuela Lola en la calle El Pinar y de su “tita Mari, la camarera de la Virgen”.

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    Y precisamente, mediante esos recuerdos, en los que de un baúl se sacan los mantos de la Señora, Hugo Santos fue tejiendo un pregón en el que Fe, Esperanza y Amor fueron los tres ejes principales, evocados a través de tres de los mantos más emblemáticos de la Virgen: “El de castillos y leones, el verde antiguo y el de rayas”.

    Castillos y leones: Fe
    “El manto de castillos y leones es el de nuestros sueños, el que llevaría la Virgen si se nos apareciera; es el manto de la historia”. Así, Hugo evocó el “¡Valme, Señora!” del rey Fernando III, “súplica de presente y de futuro en la que la fe se renueva y actualiza”.

    También hubo palabras de recuerdo para los romeros de Valme del pasado, así como para sus romerías infantiles, “más de vísperas que de romería, más de iglesia que de camino”, en las que el pregonero aprendió que Valme es “más que la romería”. La ceremonia de vestir a la Virgen, poner el cojín de terciopelo a sus pies o el día del Besamano fueron pasando por los ojos de la memoria del pregonero y por la memoria colectiva de todos.

    La reivindicación de la tradición de Valme también estuvo presente en el pregón de Santos, que ensalzó el “ejemplo de nuestros mayores” para valorar la tradición de los antepasados. “No tenemos derecho a alterar el sólido edificio de Valme que los ejemplares romeros de antaño construyeron”, dijo Santos Gil, quien insistió en la necesidad de enseñarles la devoción a Valme a los más pequeños basándose en el modelo de Fe, Esperanza y Amor que la misma Virgen es. “El centro de la romería es la Virgen; todo lo demás es un adorno”.

    Verde antiguo: Esperanza
    En este sentido, continuó con su comparación a través de los mantos de la Protectora, llegando al verde antiguo, el de la Esperanza, el de la “fidelidad a los orígenes, buscando en la historia las bases de la romería actual”.
    Además, Hugo Santos hizo alusión a los principales rasgos de la Virgen, la sencillez y la humildad, como virtudes que los nazarenos también deben cultivar según su ejemplo.

    Manto de rayas: Amor
    El final del pregón se acercaba cuando Hugo Santos comenzó a describir el manto de rayas, “el del fervor popular e íntimo, el preferido de los más devotos de la Señora, de los que sólo se fijan en su cara y no le importan los brocados ni los oros. Es el manto del amor y la ternura de una madre misericordiosa”.

    Por tener color de rosa y cielo, el pregonero unió este manto al otoño nazareno, “que no es de hojas caídas sino de flores que se abren a la Virgen en una estación única en el mundo: la estación de Valme”.

    Poco a poco, como la romería, el pregón fue terminando, aunque Hugo Santos insistió en que “la romería termina, Valme permanece”, sobre todo en la vida de hermandad, donde el pregonero encuentra el “abrazo diario” y la fuerza necesaria ya que “Valme es cosa del corazón y la memoria, pero sobre todo es vida. No se puede ser nazareno sin llevar en el corazón a la Virgen de Valme. Es como el aire que respiramos”, concluyó.

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