as pastillas que fueran milagrosas
para enormes dolores de cabeza,
hay quien suele tomarlas –qué simpleza–
cada vez que le duelen otras cosas.
El remedio prescrito y consultado
por dolencias surgidas hace tiempo,
te suelen mitigar un contratiempo
previamente por ti diagnosticado.
Si aparece la fiebre, la vecina,
te dirá sin lugar a discusión
que el mejor tratamiento de elección
es la gran y ancestral penicilina.
El jarabe amarillo del ropero
tan bueno cuando el niño tiene tos,
si en lugar de una dosis, usas dos,
al anciano lo pone como nuevo.
Los gases infantiles dando guerra
que el pediatra los calma con jarabe,
quizás viniera bien –nunca se sabe–
para el celo alocado de la perra.
Difícil gestionar medicación,
sistemas de salud y economía,
con esta realidad del día a día
que nos lleva a la misma conclusión:
el hecho de tratarte por ti solo
demuestra que tras el sabelotodo
siempre está el inconsciente sabiondón.