“Hoy he venido a mi pueblo a cantar con entusiasmo y alegría”. Con esta declaración de intenciones, un Manuel Lombo visiblemente emocionado se reencontraba con el público de Dos Hermanas. Por segunda noche consecutiva, el Teatro Municipal colgaba el cartel de “no hay billetes” para recibir al artista nazareno en la presentación de su ya emblemático espectáculo, Cantes de Diciembre.
El escenario no era uno cualquiera. Como el propio Lombo recordó, son esas tablas las que le han visto crecer: desde sus inicios infantiles en el coro del Colegio de Nuestra Señora de la Compasión y sus pasos en el Grupo de Danzas Ciudad de Dos Hermanas, hasta consolidarse como la figura indiscutible que es hoy. Por ello, consciente de que las palabras a veces se quedan cortas, el artista hizo una promesa al patio de butacas: “Espero que la música sea un reflejo de lo que siente mi corazón en una noche tan especial”.
Un sello propio sobre el escenario
La magia comenzó con los primeros compases de Ayayay. Lombo apareció impecable, luciendo su característico traje de tres piezas, dominando la escena no solo con una voz privilegiada, sino con una presencia física que hipnotiza. Manuel canta con todo el cuerpo; lo hace con la elegancia de sus manos al aire y con el nervio de sus pies cuando el compás le pide arrancarse por derecho. Es ahí, cuando aflora su esencia flamenca, cuando el público se rinde definitivamente entre “oles” y aplausos espontáneos.
No estuvo solo. Sobre el escenario, un elenco de músicos de primer nivel (piano, percusión, guitarra flamenca, violín y chelo) dibujó la atmósfera perfecta para una Navidad que, en voz de Lombo, huye de lo convencional. Junto a él, las voces de la nazarena Laura Marchena y de Vicente Bernal —fieles escuderos desde hace 15 años— complementaron un sonido que navega entre lo melódico, la copla y el flamenco puro.

Del recogimiento a la fiesta
Durante hora y media, el recital desgranó clásicos como La caravana de los Reyes o En el portal de Belén, intercalados con composiciones propias de gran calado emocional como la Nana de la Rocina. En un gesto de cercanía, el artista dedicó este tema a tres niños —Manuel, Antonio y Ángela— que, según confesó entre risas, le han robado el corazón a pesar de no considerarse él mismo muy “niñero”.
Tras un cambio de vestuario, que aprovecharon Marchena y Bernal para brillar con luz propia, el concierto encaró su recta final. Lombo no quiso despedirse sin agradecer a la Delegación de Cultura y a la Diputación de Sevilla la organización, pero especialmente a sus vecinos por el esfuerzo de conseguir una invitación. Su deseo final fue unánime: “Que la próxima vez que nos veamos, no falte nadie y estemos todos”.
El broche de oro: de tú a tú
El momento cumbre llegó en los bises. Rompiendo la barrera del escenario, Manuel Lombo bajó al patio de butacas mientras sonaba Al rey de los cielos. Sin micrófono, a viva voz y cuerpo a cuerpo, el artista recorrió el teatro regalando su potencia vocal cara a cara con su gente. Un derroche de cercanía que puso en pie a un teatro entregado a su profeta.
La próxima cita con su ciudad será el día 26 de diciembre, en esta ocasión, en la Parroquia de Ntra. Sra. de los Ángeles y San José de Calasanz, en Montequinto. Eso sí, como es costumbre con Lombo en su casa, las invitaciones están agotadas




























