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(Mt 11,2-11) EL HUMO ES SIGNO de que en alguna parte hay fuego; la fiebre, de que en nuestro organismo hay infección. Un abrazo o un beso, si no son fingidos, son signos de cariño, de amistad, de amor verdadero. Los signos físicos son solo señales de la causa que los provoca; los signos humanos refuerzan, afianzan y hacen avanzar el sentimiento que los impulsa. El beso, la caricia o el abrazo acrecientan el afecto mutuo; hacen realidad compartida lo que solo era un sentimiento.

La fe también tiene signos: hechos que muestran cómo el amor de Dios mueve nuestra vida. La oración es signo de nuestra confianza en Dios. La fraternidad y la ayuda al que sufre son signos de que el amor de Dios va transformando nuestra vida. La fe viva siempre da signos de ayuda al más débil, de acogida del diferente, de justicia para el oprimido. La palabra de la fe sin que la acompañen signos de vida suena vacía y hueca.

Cuando a Jesús le pregunta Juan el Bautista si es el Mesías no responde con muchas palabras, sino con signos: “Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven, y los inválidos andan; y a los pobres se les anuncia el Evangelio.” ¿Cómo creyentes y como comunidad cristiana, qué signos estamos dando de una fe en el Dios del amor y de la vida, en el Dios de la justica y la paz, en el Dios que es amigo de los pobres?.

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