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YA SABEN ustedes la historia de Noé, el del arca en la que se salvaron todos los animales del diluvio. Pues fue un trabajador silencioso e incomprendido.

Cuando el Señor llama a los profetas, los llama a anunciar de palabra su voluntad, a denunciar las injusticias y a anunciar la venida del reino. Así también lo hizo Jesucristo, cuya misión fue proclamar la buena nueva del Reino a los pobres. Noé no tuvo una llamada para hablar; en la Biblia ni una sola palabra aparece pronunciada por su boca. Él fue llamado a trabajar con sus manos. El Señor le pide que construya un barco grande, inmenso, y él, sin preguntar, sin cuestionarse, sin escamotear esfuerzos lo hace. Otro hombre importante en la historia de la salvación que no habla, sino que actúa es José, el esposo de María de Nazaret. El Señor le pide y él acoge la voluntad de Dios.

La primera actitud a la que estamos llamados en este nuevo Adviento es no tanto a hablar y hablar, sino a trabajar humildemente en lo que el Señor nos pida. A José le pidió cuidar de la familia de Dios, a Noé ser el trabajador bueno y fiel del que iba a resurgir una nueva humanidad, a pesar de que uno y otro iban a contar con la incomprensión de todos.

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Enseñanza para este adviento: No hables tanto y trabaja humildemente, que el trabajo sencillo acerca a Dios. Del silencio brotará la Palabra que dé a luz la vida.

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