Muchos son los personajes destacados de la sociedad sevillana y castellana que a lo largo del siglo XVI establecieron su residencia (más o menos estable) en Dos-Hermanas, y fijaron su interés en las tierras de su término municipal. Este hecho ayudará, y de qué manera, a la consolidación de nuestra antigua villa como municipio, habida cuenta que costó poblar Dos-Hermanas a lo largo de la anterior centuria. Personalidades como Bernardo y Juan Bautista de Grimaldo, Hernando de Lopera, Antonio de Vergara, el capitán Pedro Martínez de Oñate, don Luis Manuel de Gudiel, Pedro Sánchez Naveros, doña Margarita de Peralta, doña Leonor de Azamar, Diego López Dávalos, Hernando Díaz de Ayala o el canónigo Diego Godo Mexía (la lista es mucho más amplia) vieron clara la riqueza que ofrecían los campos nazarenos, por lo que adquirieron propiedades rústicas y pasaron largas temporadas en el municipio.
A todos ellos hay que sumar la nobleza que terminaría estableciéndose (aunque no de manera permanente) en Dos-Hermanas. Ahí tenemos el caso de don Fernando Enríquez de Ribera, II duque de Alcalá de los Gazules, que entre 1571 y 1590 pasó temporadas en su heredamiento de Villanueva del Pítamo. O sus hijos, el IV marqués de Tarifa y la duquesa consorte de Osuna, que también estuvieron aquí presentes. Asimismo tenemos a don Miguel Martínez de Jáuregui, señor de las villas de Gandul y Marchenilla, que en 1596 lo vemos residiendo en Dos-Hermanas.
Pero a finales del Quinientos llamó mucho la atención la presencia en nuestra villa de un importante aristócrata castellano, miembro de una de las familias más poderosas de la Castilla del momento: don Juan de Sandoval Rojas y Borja. Caballero de la orden de Calatrava, gentilhombre de la boca de Su Majestad, comendador de Carrión y del Moral, señor de Villamizar (ascendido a marquesado en 1599) y, andado el tiempo, virrey de Valencia, su poder y ascendencia creció al amparo de su hermano, don Francisco de Sandoval, I duque de Lerma y todopoderoso valido del rey Felipe III.
Segundo hijo de don Francisco Gómez de Sandoval y Zúñiga, IV marqués de Denia, y de doña Isabel de Borja, era además, nieto por vía materna de San Francisco de Borja y, por tanto, descendiente del Papa Alejandro VI. Contrajo matrimonio con doña Bernardina Vicentelo de Leca y Corzo, distinguida dama sevillana (hija del rico mercader Juan Antonio Corzo) que anteriormente había contraído matrimonio con don Jorge Alberto Colón de Portugal y Fernández de Córdoba, III conde de Gelves y descendiente de Cristóbal Colón. De esta unión, don Juan de Sandoval no tuvo descendencia, por lo que su título nobiliario junto a sus otras preeminencias pasaría a manos del nieto de su hermano el duque de Lerma.

La estancia de don Juan y su esposa en Dos-Hermanas está documentada desde el 23 de septiembre de 1595 hasta el 25 de enero de 1596, apenas cuatro meses en los que desconocemos en qué casa quedó establecido el matrimonio, aunque bien podría ser en la de los Díaz de Toledo, una de las más suntuosas de la localidad, que por esas fechas era propiedad de doña Leonor Díaz de Ayala. De sus acompañantes y servicio, sólo conocemos la identidad de un criado, llamado Antonio de Castro, y de una de sus doncellas sirvientes, doña Cristina de Insausti, hija de Pedro de Insausti y natural de Zaragoza, quien en octubre de 1595 otorgó poder en Dos-Hermanas a Martín de Ágreda, protonotario en el Consejo de Aragón y residente en la Corte de Madrid, para sacar copia del testamento de su padre y cobrar así lo que le correspondiese de la herencia.
Dado que la estancia de don Juan de Sandoval fue breve y coincidió con el período del año en el que debido al mal tiempo Dos-Hermanas quedaba literalmente incomunicada con Sevilla, esto nos hace pensar que don Juan estuvo de paso en nuestra localidad y que el mal tiempo lo retuvo en ella. Su huella en la documentación notarial apunta a eso mismo, pues de las ocho escrituras públicas que otorgó ante Juan de Poza, escribano público y del cabildo de Dos-Hermanas, cinco son poderes (recordemos que éste es un tipo documental que se otorgaba cuando el interesado no podía realizar personalmente un asunto concreto). Entre esos poderes destaca el que en octubre de 1595 dio a Baltasar del Alcázar (el famoso poeta sevillano) para que cobrase a Rodrigo Jerónimo de Portocarrero, conde de Medellín, la importante cantidad de 1.610.260 maravedíes, o el que en enero de 1596 otorgó a Alonso de Córdoba, platero y mercader de perlas vecino de Sevilla y estante en esta villa, para comprar perlas, oro y plata hasta en cantidad de 30 ducados.
Y poco más se sabe de la estancia de los Sandoval en Dos-Hermanas. Nuestra villa no debió parecerle a don Juan lo suficientemente atrayente desde el punto de vista económico como para adquirir propiedades en ella (o incluso su jurisdicción), por lo que a finales de enero de 1596, puso rumbo a la capital hispalense, sin que volviera a residir en Dos-Hermanas.
