Mientras aún resuenen los fastos de la celebración del 125 Aniversario fundacional, volvió a hacerse el silencio una nueva Madrugá de Viernes Santo. El silencio que genera la presencia del Señor de Dos Hermanas en la calle, no el que provocó, por ejemplo, su ausencia el pasado 2024 por las malas condiciones meteorológicas.
Y es que, desde hace 126 años, Dos Hermanas reza al Señor del Gran Poder con su silencio. A las tres de la madrugada, como marca la tradición, las puertas de la capilla de una calle Real Utrera en penumbra se abrieron para que se hiciera la luz una nueva Madrugá. Los nazarenos de túnica de cola y antifaz morado, con sus cirios, fueron iluminando la calle, mientras, desde el interior de la capilla, la voz de José Carlos Cabrera, al mando del llamador del paso, anunciaba la venida del Señor.
Sobre un monte de claveles rojos caminó Ntro. Padre Jesús del Gran Poder en este Viernes Santo. Lo portaron con mimo y buen hacer sus 35 costaleros bajo las trabajaderas del paso ejecutado en el taller de los Hermanos Caballero y dorado por el taller de Moreno y Mateo hace ya más de una década. El Cristo lucía túnica lisa de terciopelo morado, que se bambolea de lado a lado con el caminar racheado de los 70 piés del Señor en Dos Hermanas.









Una noche de promesas y rezos tras su paso, con sus fieles devotos que caminan con él y preceden al cuerpo de nazarenos de María Santísima del Mayor Dolor y Traspaso. Penitentes de cirio blanco que dan luz en la oscuridad y silencio de la noche, a la madre traspasada por su mayor dolor, consolada por el apóstol San Juan Evangelista. En el recuerdo, el pasado mes de septiembre de 2024, cuando esta dolorosa, en plena celebración del 125 aniversario de la hermandad, salía a la calle sola, sin discípulo amado, y sin silencio, con sones de banda de música.
Pero, en la Madrugá del Viernes Santo no hubo sones musicales, solo la voz de mando del capataz del palio, José Manuel Pedrera Colorado, y el imponente crujido de la madera del paso en cada una de las levantás en el silencio de la noche. El paso de palio de color morado con bambalinas bordadas en oro en el taller de Josefa Maya González llevaba un coqueto exorno floral con clavellinas blancas, que le daban un aspecto diferente a los ya tradicionales claveles.
Esta 2025 puede que sea un año de tránsito para el paso de palio de la Virgen del Mayor Dolor y Traspaso, ya que, el año próximo, se espera que se estrene el nuevo Gloria y los bordados del techo. El Gloria es obra del artista Mario Moya Carrasco y representará la profecía de Simeón a la Santísima Virgen y el traspaso de la espada de dolor que le fue vaticinada. Los bordados están siendo ejecutados en el taller sevillano de Pepi Maya.










Tras su salida, la cofradía buscó la feligresía de San Sebastián para presentarse ante la Hermandad de Vera-Cruz y seguir por el centro de la ciudad para encontrarse con la corporación rociera en su casa hermandad de la calle Alcoba. En este enclave, desde un balcón, el cantante nazareno Jaime Stévez le cantó una saeta a la Virgen del Mayor Dolor y Traspaso antes de afrontar la recta final de la estación de penitencia, cuando el negro de la noche se va azulando para recibir los primeros albores del día. En ese momento de la Madrugá, que ya se va haciendo Viernes Santo, los titulares de Gran Poder se encontraron con la hermana cofradía de Oración en la calle Aníbal González.
Pasada las siete de la mañana, un nazareno morado del cortejo fue el encargado de pedir la venia en el palquillo de toma de horas del Consejo de Hermandades al final de la calle Santa María Magdalena. Gran Poder entraba en Carrera Oficial y hacía su presentación ante la Parroquia de Santa María Magdalena. En su presidencia, el concejal de Movilidad Urbana, Antonio Morán Sánchez, el presidente del Consejo, Fran Alba Claro, y el párroco de Santa María Magdalena, Manuel Sánchez de Heredia.
El Viernes Santo ya había amanecido, cuando el paso de Cristo hacía su entrada en la capilla de Real Utrera y el palio morado, bordado en oro, de la Virgen del Mayor Dolor y Traspaso dejaba atrás Los Jardines y enfilaba la calle Santa Ana, con el campanario de la parroquia a su espalda. Atrás quedaba una nueva Madrugá en la que Dos Hermanas rezó en silencio.