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Dentro de los grupos considerados al margen en el Antiguo Régimen, los esclavos ocuparon un lugar destacado a pesar de carecer por completo de libertad. Sin embargo, son todavía hoy unos verdaderos desconocidos para el público en general, que sigue muy influenciado por la imagen proyectada por las películas de Hollywood y por la esclavitud norteamericana de los siglos XVIII-XIX. No obstante, en los últimos años se ha avanzado mucho en el conocimiento de este grupo social, especialmente gracias a los estudios llevados a cabo por relevantes historiadores sevillanos como Alfonso Franco Silva, Manuel Francisco Fernández Chaves o Rafael M. Pérez García, por citar unos ejemplos.

Por nuestra parte, ya tuvimos ocasión de acercarnos a los esclavos presentes en la Dos-Hermanas del siglo XVI en dos artículos, uno en esta misma página en septiembre de 2018 y otro más extenso en la Revista Cultural de 2019. En ambos pusimos de relieve el papel importante que jugaron los esclavos en la sociedad nazarena de aquellos años. Esclavos negros, moriscos, indios y mulatos eran la manifestación pública del lujo y la riqueza de sus dueños, pertenecientes todos ellos a la considerada como la élite social de Dos-Hermanas formada por hacendados sevillanos (Juan Bautista de Grimaldo o Hernando Díaz Ayala) y mesoneros, escribanos, mercaderes y labradores del lugar (Bartolomé de Espinosa, Pedro Martín Peñafiel y Hernando de Lopera, entre otros).

La relación entre esclavos y amos sería en nuestra localidad, en líneas generales, buena, fluida e incluso de franca familiaridad. Y a veces era tanta esa familiaridad, que se daban casos de relaciones íntimas. Es lo que ocurrió con el comerciante genovés Juan Bautista de Grimaldo, que tuvo una hija, llamada Ana, con una esclava de su segunda esposa. Otras veces no había tan buena relación. Algunos, incluso, huyeron de casa de sus amos: Juliana, esclava negra de Constanza de los Ríos, se escapó de la casa de su ama sevillana y llegó a Dos-Hermanas en busca de refugio. Por su parte, Gabriel, mulato de 18 años, propiedad de Hernando Díaz de Ayala, puso pies en polvorosa, y finalmente fue preso en Villamontur, en el marquesado de Priego.

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Otros esclavos estuvieron envueltos en turbios asuntos. Como el esclavo morisco Abraham, cuyo dueño era el citado Díaz de Ayala, que en 1536 robó y dejó malherido a Francisco Martín y Andrés Martín, por lo que sería apresado y puesto en la cárcel. O el caso de Pedro Moreno, esclavo de doña Isabel de Pedrosa, sobrina del todopoderoso don Pedro de Pedrosa, señor de la villa, que fue traído a esta villa por Pedrosa para ponerlo en resguardo después de que ese esclavo matara a un hombre. En Dos-Hermanas terminaría preso, pero por poco tiempo, pues se fugó “llevándose consigo a todos los presos que avía en ella, y a algunos por delitos graves”.

La cena de Emaús. La mulata (c.1618-1622), atribuido a Diego Velázquez. National Gallery, Dublín.

Pero en esta ocasión, vamos a dedicar nuestra atención a una esclava de carácter dócil, que sería con el tiempo liberada y que llevaba el nombre de Teresa María. Nacida en Sevilla en torno a 1664, era hija de Salvador Tello y de María Pascual. Gracias a su carta de ahorro o libertad sabemos que era de tez morena, pelo negro liso, con dos señales oscuras en las mejillas junto a los ojos y que en un principio perteneció a don Andrés Clavijo, vecino de Sevilla. En abril de 1684, ese personaje sevillano la vendió por 125 pesos de plata al sacerdote nazareno don Alonso Martínez Durán, cura de la iglesia de Santa María Magdalena (1681-1698) y residente en aquel entonces en la calle Real, quien declararía que “vino preñada a mi poder de cinco meses poco más o menos, donde parió una niña, quien se le puso por nombre Magalena (sic), que hoy (se refiere a 1688) tendrá quatro años y dos meses”. Y porque Teresa María le sirvió fiel y correctamente en esos cuatro años que estuvo a su servicio, “y estar tratada de casar con Alonso Luque, libre y soltero”, Martínez Durán decidió concederle la libertad, lo que ocurrió el 29 de mayo de 1688, poniéndose por escritura pública de ahorría ese mismo día ante Francisco de Arquellada Berrio, escribano público de Dos-Hermanas.

Pues bien, una vez conseguida la ansiada libertad, Teresa María contrajo matrimonio en nuestra villa con otro liberto, el referido Alonso Luque Cabello, muy pocos días después, el 12 de junio. Celebró la ceremonia Tomás de Poveda, administrador del hospital de niños expósitos de Sevilla, con licencia del bachiller don Lucas Palacios y Arriola, cura párroco de la villa. En la partida de matrimonio se apunta que Alonso Luque era “libre de cautiverio”, vecino de esta villa de Dos-Hermanas, aunque natural de La Rambla, en el obispado de Córdoba, e hijo de Bartolomé Cabello y de María de Jesús. Como testigos de la unión actuaron don José de Estrada, clérigo muy vinculado a la parroquia nazarena (y hermano de don Pedro de Estrada, cura beneficiado de ella), y don Bernabé Ruiz de Salazar, también clérigo, natural de Cornejo (Burgos), que llegó a Dos-Hermanas en 1685 como cura vicebeneficado de la referida iglesia.

A partir de ese momento, no sabemos qué fue de este matrimonio. Por ejemplo, si tuvieron hijos y si residieron en nuestra ciudad o si, en cambio, marcharon a otro lugar.

Don Alonso Martínez otorgaría testamento cerrado en agosto de 1694, que sería abierto pocas horas después de su fallecimiento, acaecido a las cuatro de la tarde del 26 de enero de 1710. El sacerdote, que sería enterrado en la parroquia nazarena, “amortajado con ornamentos de decir misa, con alba, amito, estola, manípulo, y una casulla morada y bonete y un cáliz de plata en las manos”, no dejó entre sus últimas voluntades ninguna manda a favor de su antigua esclava. Ni siquiera una mínima referencia que nos sirviera para saber qué fue de la “esclava Teresa María”.

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