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(Marcos 4,26-34) PARA RECOGER frutos de un árbol plantado, se necesita paciencia en la espera y paz de espíritu con esperanza. Cada árbol tiene su ciclo vital y hay que respetarlo. Así sucede con las personas. Cada uno tenemos nuestros ritmos, nuestras fases y periodos, y tenemos que acogerlos con paciencia y paz. Perder la paciencia en la educación de los niños, en la apertura de procesos en la comunidad cristiana y en los pueblos es simplemente perderlo todo.

Tiene paciencia quien no se da más importancia de la debida, quien por amor espera siempre que el otro vaya creciendo en el bien, y quien tiene su confianza puesta solo en Jesucristo. La juventud suele ser impaciente; y el secreto de la sabiduría está en acoger ese crecimiento lento e inexorable del bien, aunque nos exija la cruz. Así lo vivió Jesucristo, que supo que solo cuando fuera levantado a lo alto atraería a todos hacia sí.

Sea cual sea tu tarea, no cejes en hacer el bien; no pierdas el norte desesperándote por creerte más de lo que eres; disfruta del silencioso crecer de lo que siembras, que la sonrisa y la comprensión es el mejor de los abonos. Y si toca sufrir y pasar por la cruz, no olvides que el mismo Hijo de Dios tuvo que pasar por ella. El bien, como la salud, necesita paciencia y buenos alimentos, es decir, buenos ejemplos.

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