Con Suspiros de España, el pasodoble de Antonio Álvarez Alonso, interpretado por la Banda de Música de Dos Hermanas Santa Ana, comenzaba una intensa noche de pregón del V centenario de la Hermandad de Santa Ana en la Parroquia de Santa María Magdalena. La Patrona, con su manto de terciopelo azul, bordado en oro, presidía el altar mayor para recibir un intenso mes de septiembre que llega cargado de actos por esta efemérides.
Era la primera vez que se recuerde en su historia que se pronuncie un pregón en su honor y, por ello, Agustín García Gandullo, la persona encargada para hacerlo, confesaba que «no hay orgullo y privilegio mayor para un nazareno que hablar de Santa Ana». Por lo que, añadió, «este regalo estará entre los más entrañables de mi vida». Sentimientos que debieron pesar en el pregonero, además de la humedad que reinaba en la parroquia, mientras fuera caían las primeras lluvias de la temporada, ya que no pudo concluirlo. Una bajada de tensión provocó que sus palabras se silenciaran, llamando a la hermana mayor, quien anunciaba al público que no se encontraba bien y tenía que retirarse.
Tras un tiempo de espera en el templo, marcado por la incertidumbre de lo que estaba pasando, Agustín volvió, «para rematar la faena», como él mismo afirmaba para rebajar un poco la tensión, pero no pude ser, teniéndose que retirarse de nuevo y cediendo la palabra a su esposa, Eva María Ramírez. A ella le hizo el encargo de poner el epílogo a este pregón del V centenario a dos voces, pero con un mismo corazón, el del pregonero, ya que fueron sus palabras y su amor incondicional a la Patrona las que sonaron en la parroquia en boca de la hermana mayor.

Presentación de hijo a padre
Su hijo, Jesús García Ramírez, ya resaltó durante la presentación el amor incondicional que Agustín profesa a su mujer, por lo que no había mejor persona para dar voz a sus sentimientos cuando él no podía hacerlo. El presentador, tras preguntarse ¿cómo presento a una persona del estatus cofrade de Agustín García Gandullo?, decidió hacerlo desde la perspectiva de un hijo, empezando, por ello, con una oración dedicada a la figura de San José, ya que «él me educó a mí como José hizo con Jesús».
Jesús anotó algunos hitos de una persona que «lo ha hecho casi todo en el mundo cofrade a sus casi 73 años», pero le quedaba esto, ya que «no hay nadie mejor que él para pregonar esta efemérides». Agustín es hermano de Santa Ana, Presentación al Pueblo y La Estrella, capataz y pregonero de la Semana Santa, entre otras cosas. Pero Jesús se centró más en su faceta familiar, destacando que es una persona que «se desvive siempre por su familia y amigos».
Antes de darle paso, recalcó que Agustín «había puesto mucho amor, dedicación y entusiasmo al pregón«, por lo que «ahora solo le queda disfrutarlo«. Y así lo hizo, después de que la banda interpretase para los presentes la marcha de José Ramón Lozano, Nazarena y Patrona, con un pregón basado en tres pilares fundamentales: Santa Ana, Dos Hermanas y la hermandad.

Santa Ana, Dos Hermanas y la hermandad
Y qué mejor que empezar por el principio, cuando todo era silencio, roto por el sonido de una campanita bajo tierra. Agustín comenzó rememorando la leyenda de Elvira y Estefanía, las dos hermanas que «encontraron el mejor tesoro en esta tierra, ni de plata ni de oro, la imagen de Santa Ana, la primera semilla de este silencioso lugar y su nazarena más antigua y venerable«.
Desde este momento en el que abandonó su cueva, la Santa se convirtió en «abogada celestial» de todos los nazarenos y ofrece «cuidados permanentes a Dos Hermanas y su gente», recordando tradiciones, como la de las mujeres que buscan en su protección la posibilidad de gestar ese hijo que tanto anhelan.
La devoción a Santa Ana estuvo muy presente en su disertación, como uno de sus principales hilos conductores, una «devoción íntima y callada, que se ha transmitido entre generaciones y que es un reflejo de cómo es esta hermandad: humilde y sencilla«.
Agustín se acordó en su pregón del Grupo Joven, «el mejor regalo que ha hecho Santa Ana a esta hermandad», ya que «están para lo que se les pide, aprendiendo algo muy importante como saber servir». También hubo palabras para los costaleros de la Patrona, «una cuadrilla de devoción y hondo sentimiento, que tiene ganado en la tierra el cielo». Pero el pregonero quiso dedicar unas emotivas palabras a Diego Dorante, «el eterno costalero de la Patrona, un nieto entrañable que la llevaba con orgullo, pero que se marchó un día al cielo para estar más cerca de ella». Y Dos Hermanas, que, como bien dijo Agustín, «siempre está presente en todo lo tuyo, ya que te venera y te quiere», poniendo especial énfasis en las hermandades nazarenas, «que te arropan con su cariño y que siempre te tienen muy presente en sus pasos y enseres».

Recuerdos de ayer, vivencias de hoy
Los días de Santa Ana son, en palabras del pregonero, «recuerdos de ayer y vivencias de hoy«, rememorando aquellas épocas de cine de verano, de fiestas patronales, de gigantes y cabezudos, de las napolitanas de la Valenciana, de las carreras de saco y las carreras ciclistas o de la celebración del Corpus en la festividad de Santiago.
Y es que «las fiestas de Santa Ana están enmarcadas en el recuerdo», piendo que no se pierdan su sello y su gente». Por ello, un momento del pregón del V centenario está dedicado a las calles «afortunadas que han tenido la presencia de la Patrona» y a las que sueñan con ello. Acordándose especialmente de una de las que recientemente han vivido esta experiencia, Divina Pastora, «la calle que nunca tuvo procesión y en la que sus vecinos están unidos como familia. El pregonero aprovechó este momento para acordarse de un hombre muy vinculado a esta calle a través de la figura de su abuela, el alcalde, Francisco Rodríguez García, que recibió estas palabras con emoción, la de «ese hombre que se hizo niño por un instante gracias al regalo que le hizo Santa Ana».
Preludio de días grandes
A partir de este momento, pasada las 22:00 horas, el pregón del V centenario afrontaba su recta final, cuando Agustín García Gandullo se hacía en voz alta la pregunta de ¿y ahora qué? Pues ahora llega la «ilusión de los grandes días finales» de esta conmemoración que se van a concentrar en este mes de septiembre, por lo que «hay que disfrutar de este dulce e intenso final«.
El pregonero insistió en el hecho de que, como propuso su director espiritual, Manuel Sánchez de Heredia, «la Abuela tenía que visitar a los abuelos de la Residencia de San Rafael para agradecerle una vida de esfuerzos, sin sabores y abnegación». Añadiendo que «serán los jóvenes de la hermandad los que disfruten también de este momento.
Y cuando iba a seguir con el camino que afrontará Santa Ana esta próxima semana, con la anhelada visita a las Carmelitas, «para convertirse en una monja más del convento», las palabras de Agustín se silenciaron por un momento. Viviéndose a partir de entonces ese pregón a dos voces, con este final inesperado, pero no por ello menos emotivo, en el que pregonero y hermana mayor fueron de la mano, como Santa Ana y Dos Hermanas han ido siempre desde hace más de quinientos años. Por ello, que mejor que terminar la noche que con A Santa Ana, la marcha que uno de los compositores más ilustres de la ciudad, Fulgencio Morón, dedicó a la Patrona.
