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En los años centrales del siglo XVI y segunda mitad de esa centuria, residió con asiduidad en nuestra localidad un hacendado sevillano de gran abolengo: don Diego López Dávalos. Hijo de don Luis Díaz de Toledo y de doña Isabel Dávalos (y hermano de otro destacado hacendado, don Hernando Díaz de Ayala), fue caballero XXIV de Sevilla y administrador de las Rentas y Aduana del Almojarifazgo de Indias, por lo que su patrimonio era más que extenso.

Aquí tuvo casas principales en la calle Real, “con su patio, aposentos y lagar y un molino de moler azeituna con un almazén, vasija para azeyte, y un palomar, güerta y trascorral”, donde vivió durante muchos años, lejos del bullicio de la capital. También tuvo olivares y una extensa huerta por la zona de las Morerillas. Asimismo, fundó en Sevilla numerosas obras pías y capellanías, la más importante en la iglesia de Omnium Sanctorum.

Fue muy amigo de diversas personalidades del entonces lugar de Dos-Hermanas, destacando su amistad con don Domingo Real, cura párroco de Santa María Magdalena. Todo esto hizo que sintiera verdadero afecto por nuestra localidad, afecto que se puso de manifiesto en su testamento, otorgado el 21 de mayo de 1593 en la capital hispalense. Entre las distintas cláusulas de su testamento, nos llama la atención una que comienza de esta singular manera: «Por quanto yo e tenido muncha hazienda en el lugar de Dos hermanas y e residido mucho tiempo en él, de que a nacido vna amistad que yo tengo a los vecinos del dicho pueblo, y así pretendo en este mi testamento hazerles bien en mi muerte como lo e procurado hazer en mi vida, así a los vecinos del dicho pueblo como a la fábrica e la dicha yglesia». Tras lo cual, mandó dar a la fábrica (entendido este término como edificio) de la parroquia de Santa María Magdalena varios tributos, aceite para ciertas lámparas del templo, y un tabernáculo. Aquellos tributos serían pagados en gallinas y dinero para que con su producto el mayordomo de fábrica lo emplease en cantar por su alma y la de su esposa, Teresa Coronado, una fiesta de la Concepción y rezarle dos misas. Con respecto al aceite, dejaba 45 arrobas de aceite para que ardieran de noche las lámparas que estaban ubicadas junto al Sagrario, al altar de Señora Santa Ana (en la ermita de la Patrona) y al altar de Nuestra Señora, que debía estar presidido por una imagen de la Virgen María sin advocación conocida. Y para esta imagen y altar era, precisamente, el tabernáculo que dejó López Dávalos estipulado en su última voluntad. Asimismo, ordenó don Diego a sus albaceas que pusiesen al pie de la imagen un letrero «en que se pida un Ave María por mi ánima y la de mi muger».

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Sin embargo, López Dávalos no pudo ver realizado el tabernáculo, pues falleció el 26 de marzo de 1594. Sería su esposa, Teresa Coronado, quien en torno a 1595 encargó el tabernáculo de Nuestra Señora al prestigioso escultor sevillano Andrés de Ocampo (c.1555-1623) y a su yerno el pintor Bernabé Velázquez de Espinosa. El primero se centró en la talla y ejecución en madera del tabernáculo, mientras que el segundo se encargó de la pintura y dorado del mismo. Debemos recordar que Ocampo es el autor del retablo mayor de la iglesia de Santiago de Sevilla y el Cristo de la Fundación para la hermandad de los Negritos. Su yerno, en cambio, no llegó a tener la fama de Ocampo. Ambos artistas otorgaron la escritura de finiquito a favor de Teresa Coronado ante el escribano público sevillano Diego Rodríguez el 20 de febrero de 1596. Andrés de Ocampo recibió treinta ducados (330 reales) “por la talla y madera de un tabernáculo para la ymagen de una Señora que Diego López Dábalos mandó hazer para la yglesia parroquial de la billa de Dos hermanas», y su yerno cuarenta y dos ducados (462 reales) «por el dorado y pintura de dicho tabernáculo».

Desgraciadamente, no existe ninguna descripción ni del tabernáculo ni del retablo de Nuestra Señora, tabernáculo que debió desaparecer al igual que el retablo cuando a finales del siglo XVIII se derribó la vieja parroquia gótico-mudéjar y se construyó el edificio neoclásico que hoy admiramos.

Foto del mes
Aprovechando el tiempo de Cuaresma, traemos esta fotografía de Pedro Rubio Navas, tomada en la mañana del Viernes Santo de 1985. Vemos en primer plano el antiguo paso procesional de Nuestro Padre Jesús del Gran Poder a su regreso a la parroquia de Santa María Magdalena que aparece al fondo.

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