Hubo un topónimo en el término municipal de Dos-Hermanas que siempre llamó la atención. Y ese no es otro que el de «Itálica Isabelina». Así se llamaron desde fines del siglo XIX y hasta bien entrado el siglo XX las tierras del pago de Buenavista donde en la actualidad se alza buena parte del barrio de «Bellavista», desde 1937 perteneciente a Sevilla.
Pero ¿de dónde procede tan curioso nombre? Porque ni esas tierras tienen nada que ver con las ruinas romanas de Itálica ni poseen vinculación alguna con ninguna de las dos reinas españolas que llevan por nombre Isabel. El origen lo encontramos en una sociedad inmobiliaria llamada, precisamente, «Itálica Isabelina». Constituida en septiembre de 1863, esta sociedad propuso la edificación (hoy impensable) de una urbanización residencial sobre el yacimiento arqueológico de Itálica, junto a Santiponce. De ahí lo de «Itálica», mientras que el calificativo de «Isabelina» le viene dado por el período en el que se desarrolló, el reinado de Isabel II.
Pues bien, aquel primer proyecto de construir sobre las ruinas romanas quedó pronto abandonado, principalmente porque eran tierras fácilmente inundables por las crecidas del Guadalquivir, y comenzó a tomar fuerza la idea de crear una urbanización en la zona norte del término municipal de Dos-Hermanas, próxima a Sevilla. Por esta razón, la sociedad «Itálica Isabelina» compró unos terrenos en Buenavista en diciembre de 1863. La amplia parcela adquirida estaba atravesada por la línea férrea de Sevilla a Cádiz, lo que la hacía atrayente a los ojos de futuros compradores (el tren comunicaría esta urbanización con la capital hispalense). Asimismo, el agua subterránea era abundante y cercano estaba, asimismo, el río Guadaíra.
Primera piedra de la Itálica Isabelina
La primera piedra de la nueva urbanización «Itálica Isabelina» se colocó el 30 de mayo de 1864 y al acto acudió el gobernador civil de Sevilla, Santiago Luis Dupuy, en representación de la reina Isabel II. El periódico La España de 1 de junio de 1864 decía esto sobre la futura urbanización: «La Itálica moderna será una hermosa villa compuesta de quinientos edificios próximamente, repartidos en noventa y cuatro manzanas, de forma regular y capaces de contener unos diez mil habitantes. Las calles serán de tres clases y la edificación en las principales se sujetará a un orden arquitectónico fijo, estableciéndose delante de las fachadas elegantes parterres con verjas de hierro. Las plazas principales serán tres y ocho los pasajes que sirvan de ingreso a la del centro. En las confluencias de las calles se proyectan también pequeñas plazas de segundo orden y en el centro de la población habrá bonitos paseos, fuentes monumentales y cuantos adornos puedan contribuir a su embellecimiento».
Sin embargo, la urbanización nunca se llegó a construir. Lo único que se hizo fue nivelar el terreno (aquí sería bueno recordar que precisamente en ese lugar, durante la estancia de Felipe V en Sevilla se comenzó a construir una fortificación que tampoco llegó a concluirse). Buena parte de la culpa la tuvo la crisis financiera de los últimos años del reinado isabelino. Pero el topónimo continuó y así aparece en los padrones parroquiales (como el de 1884) de la iglesia de Santa María Magdalena, en los catastros municipales, en los planos militares de principios del XX y en la documentación del Registro de la Propiedad.
Para saber más sobre esta curiosa sociedad inmobiliaria recomendamos el artículo publicado en el Boletín del Museo Arqueológico Nacional (n.º 36, 2007) titulado «Un episodio de especulación sobre el patrimonio histórico en el siglo XIX: la Sociedad Itálica Isabelina» de José Ramón López Rodríguez, de donde proceden las imágenes que acompañan a este artículo.
Foto del mes
Curiosa fotografía de la segunda década del siglo XX la que traemos en esta ocasión a esta sección. Se trata de la fachada principal de la Sombrerería Fernández, ubicada desde 1905 en el número 68 de la calle Reina Victoria, hoy del Canónigo. Regentada por los hermanos Eduardo y Juan Fernández Palau (los dos aparecen en la fotografía con bigote, junto a dos ayudantes), hijos del sombrerero sevillano José Fernández Seoane. Ellos fueron los encargados de confeccionar las gorras de la guardia municipal en el primer tercio del siglo XX.