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Un acontecimiento poco estudiado a nivel local y, por ende, desconocido, es la expulsión de los jesuitas por orden de Carlos III a mediados del siglo XVIII. En abril de 1767, aquel monarca (cuarto de la dinastía borbónica) firmó el decreto mediante el cual dispuso la expulsión inmediata de la Compañía de Jesús de todos los territorios de su Monarquía, al tiempo que las numerosas propiedades de los jesuitas pasaron a manos del Rey.

La expulsión se ordenó bajo la acusación de haber sido la Compañía la instigadora de los motines populares que estallaron el año anterior y que fueron conocidos con el genérico nombre de «Motín de Esquilache«, aunque la razón real es que se veía a la Compañía de Jesús como un competidor molesto. Otros países europeos ya habían tomado la misma medida poco tiempo antes: Portugal en 1759, donde fueron acusados de instigar un atentado contra la vida de José I, Francia en 1762, y el reino de Nápoles en 1767. Pero, lo que a nosotros interesa: ¿cómo afectó esta medida a Dos-Hermanas?

Aquí, en el pueblo, los jesuitas no tenían ningún tipo de establecimiento, ni residía jesuita alguno, aunque bien es cierto que la Compañía de Jesús disponía de varias propiedades en el término municipal nazareno. De esta forma, el Colegio jesuita de San Bartolomé de Higuera la Real poseía, desde 1693, la hacienda de Meñaca, que a partir de esa fecha pasaría a ser conocida como de «San Francisco de Borja» (santo jesuita que fue III General de la Compañía).

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El Hospicio de Indias de Padres Jesuitas de la capital hispalense era dueño de la hacienda de San Miguel de Montelirio (llamada también, por esa razón, hacienda del Hospicio). El Colegio jesuita de San Hermenegildo, también de Sevilla, tenía una haza de tierra de sembradura cerca del río Guadaíra. Y, finalmente, el sevillano Colegio de los Ingleses (dedicado a San Gregorio Magno y fundado en 1592 por el jesuita inglés Robert Persons) era propietario de una hacienda (llamada, precisamente, de «San Gregorio») y 47 aranzadas de olivar situadas en lo que hoy es conocido como Pago de los Ingleses, nombre que procede, como no, de la denominación del referido Colegio jesuita.
Pues bien, tras la expulsión, todas estas propiedades pasaron a manos de la Monarquía, la cual en los años siguientes las sacó en pública subasta.

Asimismo, una de las instituciones locales beneficiadas por la expulsión de la Compañía y la desamortización de sus bienes, fue, curiosamente, la parroquia de Santa María Magdalena de Dos-Hermanas, pues varios enseres de los jesuitas de la vecina villa de Utrera vinieron a recaer aquí. En la visita pastoral de 1772 se anota el gasto de ocho reales por traer desde esa localidad «los vestuarios de los regulares de la Compañía de Jesús, que se aplicaron a esta yglesia» y diez reales «por portear desde dicha Villa [se refiere a Utrera] en un carro un sagrario, sitial y arca de depósito que de dichos regulares se aplicaron a esta yglesia». Por desgracia, ninguno de esos enseres nos ha llegado.

La Compañía de Jesús regresaría décadas después a España, para, en 1820, volver a ser expulsada. Volvería al poco y, nuevamente, sería expulsada en 1835 y 1932. Sin embargo, en ningún momento los jesuitas recuperaron sus antiguas propiedades nazarenas.

Fotos del mes
Retomamos esta sección mensual con la presente fotografía fechada en la década de 1970 y que muestra el estado del patio principal de la desaparecida hacienda de la Mina Grande, cuando era un patio de vecinos. A la izquierda se aprecian los lavaderos y, al fondo vemos las puertas de los distintos apartamentos. En su origen esa zona era una doble arquería, estando el patio presidido por una fuente. Llamativos son los distintos palos que sostenían los tendederos.

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