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(Mateo 3,1-12) UNA DE LAS características que más llaman la atención del grupo que se fue formando alrededor de Jesús por su predicación es la de las diferencias entre ellos había. Juan y Santiago están dispuestos a que “llueva fuego del cielo” sobre una aldea que no los recibe por ser judíos; Mateo era recaudador de impuestos y por eso despreciado por muchos judíos; Nicodemo, pertenecía al Sanedrín; Pedro un simple pescador; Susana, mujer de un cargo político importante; etc. Hombres y mujeres; algunos con cierta posición social, la mayoría pescadores y jornaleros pobres. En una sociedad tan polarizada como la de ese tiempo esto mismo era un signo de la fraternidad que Jesús predicaba.

También hoy vivimos momentos de polarización social y política; incluso de criminalización del adversario. Los de las otras opciones políticas son rechazados visceralmente. Una sociedad polarizada y enfrentada, que trata de fascista o de delincuente a la otra mitad de su población va derecha a la ruina.

Es verdad que cada persona ha de ver cómo hacer concreta la misericordia y la justicia, la ayuda verdadera al pobre y la verdadera libertad de todos; pero los cristianos tenemos como referencia siempre a Jesús, que acogía como hermanos a justos y pecadores, a fariseos y a paganos. En la comunidad cristianas hemos de dejarnos guiar por el evangelio de Jesucristo.

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No se trata de proponer irenismos de salón. Nuestro “centro” tiene que ser el bien común, el desarrollo de la vida de todos, especialmente de los más pobres, el hacer posible que todos escuchemos la voz de Dios en nuestra vida que nos llama a vivir en plenitud de amor. No dejes que en tu vida crezca la planta del odio. El odio es ciego y nos hace perder cualquier tipo de razón.

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