Los pasos de la Semana Santa nos muestran de forma gráfica, como si de una Catequesis se tratara, la Pasión y muerte de Cristo en la Cruz, que condenado por los poderes religiosos y políticos de este mundo que, prefirió mejor soltar a un criminal (Barrabás) que salvar a Jesús. Y es que, el Reino de Cristo no es de este mundo, esta realidad es tan grande que, hasta se refleja en la sensibilidad que muestran los Capataces, para que, en la levantá de los pasos griten a pleno pulmón: ¡Arriba!, ¡Al Cielo!, ¡Al Cielo con Ella! Dando fe con esta exclamación de que, de alguna manera la esencia de los pasos tampoco es de este mundo…
En la Semana Santa hacemos el recorrido viendo los pasos, para al igual que, las mujeres del Evangelio, llegar muy de madrugada al último paso, es decir, al glorioso Domingo de Resurrección: “Las mujeres fueron al sepulcro llevando los aromas… no encontraron el cuerpo del Señor Jesús… se les presentaron dos hombres con vestiduras refulgentes. Ellas quedaron despavoridas y con las caras mirando al suelo y ellos le dijeron: ¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí. Ha resucitado” (Lc 24:1-6).
Estas mujeres habían participado en la Semana Santa viviendo todos los pasos que dio Cristo por las calles de Jerusalén. (También nosotros hemos vivido la Semana Santa viendo los pasos de las Cofradías).
Estas mujeres no cayeron en la desesperanza de los discípulos de Emaús que, después del paso de la muerte del Señor, abandonaron Jerusalén (Lc 24:13:25), si no que, el Domingo muy de mañana fueron al sepulcro y se encontraron con dos varones (ángeles) que, les dieron la noticia de la Resurrección del Señor, es decir, que, se encontraron con el paso de ¡La Resurrección! Las mujeres del Evangelio vivieron la Semana Santa al completo, es decir, que, no se quedaron en la estética de los últimos pasos de Viernes y Sábado Santo (como muchos de nosotros hacemos) sino que, muy de mañana, el Domingo (día en que muchos prefieren irse de playa) fueron al sepulcro con aromas buscando el cuerpo del Señor, y allí se encontraron con el paso de ¡Cristo Resucitado!
Nosotros, al igual que, las mujeres del Evangelio, vayamos con el aroma de las oraciones al encuentro del Señor resucitado que, nos espera en el paso eterno del Sagrario, Él, nos ha dicho: “Yo estaré con vosotros siempre hasta la consumación del mundo” (Mt 28:20). Cristo entregó su vida por nosotros. Este es el Evangelio de los pasos de la Semana Santa, y que, nosotros por amor a Jesús, debemos anunciar, pues: “¿Qué amor es ese que no siente la necesidad de hablar del ser amado, de mostrarlo, de no darlo a conocer?”
(Papa Francisco. Evangelil Gaudium, 264).