La de los Poza fue una de las principales familias de Dos-Hermanas en los siglos XVI y XVII. Y, como no podía ser menos, tenía su propio y distinguido enterramiento en la iglesia parroquial de Santa María Magdalena. Sin embargo, la tumba de los Poza no se conserva en la actualidad, debido a diversos avatares. Veamos, a continuación, su evolución histórica.
A mediados de la década de 1540, llegó a Dos-Hermanas procedente de la capital hispalense un joven llamado Pedro de Poza. Nació en el pequeño pueblo burgalés de Poza de la Sal, era hijo de Alonso Martínez de Hermosilla y de Juana Poza. Le atrajo la fama de las riquezas indianas y decidió abandonar su pueblo natal y establecerse en Sevilla. ‘Puerto y puerta de Indias’, donde se encontraba su tío, el bachiller don Juan de Poza, médico-cirujano, que, inmediatamente, se convirtió en su mentor y protector.
Instalado en la ciudad
Ya en 1546, vemos a Pedro de Poza instalado en Dos-Hermanas. Aquí administró los bienes que el bachiller tenía, entre ellos una huerta situada en la zona de la huerta de Palacios. El bachiller Poza, que no tuvo hijos con su esposa Leonor Martel, dejó a su sobrino Pedro aquella huerta y otros bienes. Asimismo, le dio 200 ducados cuando se casó con la nazarena Isabel Bautista en 1550.
Ya en esa época, Pedro de Poza estaba más que integrado en la sociedad nazarena, formando parte de la cofradía de la Santa Vera-Cruz. Allí ocupó cargos en el concejo del lugar y en la parroquia de Santa María Magdalena. Durante varios años fue mayordomo de fábrica.
Quando finamiento de mí acaesçiere…
El primero en recibir sepultura en la tumba de los Poza fue el patriarca de la saga, el citado Pedro de Poza, que falleció, como ya hemos apuntado, en 1590. Al poco tiempo, su esposa Isabel Bautista fue inhumada allí.
Les siguieron su hijo, el presbítero don José de Pozas (en 1615), Pedro de Rivas (en 1619), yerno de Pedro de Poza y miembro de la familia hidalga de los Rivas, Isabel Bautista, esposa del anterior e hija de aquellos, y Alonso de Pozas (en 1642), nieto del fundador del enterramiento.
Otro personaje destacado de esta familia enterrado en esta sepultura fue el bachiller don Juan de Pozas, párroco de Santa María Magdalena entre 1625 y 1657. Este sacerdote, llamado igual que el médico-cirujano, falleció en febrero de 1657, siendo sus restos depositados en este enterramiento familiar, contraviniendo lo estipulado en el codicilo que otorgó en 1649, donde pidió ser enterrado en una sepultura de la fábrica parroquial.
Grave epidemia
Este sacerdote nazareno había gozado del respeto y cariño de sus convecinos, sobre todo a raíz de su actuación durante la grave epidemia de peste de 1649. Precisamente por ese profundo respeto, tras su muerte, ningún vecino del lugar quiso ser enterrado en esta tumba (recordemos aquí que las otras sepulturas históricas de nuestra ciudad, la de los Grimaldo y la de los Rivas, no tuvieron este privilegio).
Respeto que aún perduraba en el primer tercio del siglo XIX. Incluso los siguientes miembros de la propia familia Poza, rehusaron recibir sepultura en esa tumba. Por poner un ejemplo, Juan de Pozas Oliver prefirió en su testamento de 3 de septiembre de 1702 ser enterrado en una sepultura de la fábrica situada “en la nave del medio desde el coro al púlpito”.
Para finales de la década de 1550, Pedro de Poza había alcanzado un destacado estatus social, siendo una de las principales personalidades del lugar. De ahí que decidiera adquirir una sepultura propia para él y sus descendientes. Así, el 30 de agosto de 1559, don Diego Guillén, cura y en ese momento mayordomo de fábrica de la parroquia nazarena, vendió a Pedro de Poza por 600 maravedíes “una sepultura en la dicha iglesia. Se ubicaba en la nave de en medio, junto a la pila del agua bendita por la parte del porche, con todo lo que le pertenece e pertenecer debe”.
La situación de la sepultura no era, para nada, casual. Para la mentalidad de aquella época, estar cerca de la pila del agua bendita tenía un doble significado: por una parte, purificación, y, por otra, humildad, pues su tumba sería pisada por todo aquel que se acercase a la pila.
Muerte de Pedro Poza
A la muerte de Pedro de Poza, acaecida en septiembre de 1590, se colocó una losa de mármol blanco en la tumba de los Poza. Llevaba grabado en su centro una calavera sobre dos huesos cruzados, símbolo de la Muerte. Y sobre ella una inscripción. “Esta sepultura y entierro es de Pedro / de Poza y de su mujer y herederos. / Falleció el susodicho A XXVII de Sep- / tiembre de MDXC años: su ánima esté en Gloria”. Bajo la calavera estaba la expresión latina ‘Nemini parco’, que significa ‘A nadie perdono’, y hace referencia a la actitud de la Muerte frente al ser humano.
Milagrosamente sobrevivió a la construcción del nuevo templo parroquial, llevada a cabo entre 1797 y 1803. Quedó entonces en el lado del Evangelio de la actual nave central, cerca del pilar izquierdo que sostiene el primer arco que separa la citada nave con la del Evangelio.
Referencia a la tumba
El padre Leandro José de Flores, en su ‘Adicional a las Memorias históricas de Alcalá de Guadaíra, que trata de Gandul, Marchenilla y Dos-Hermanas’ (1834), escribe de la tumba de los Poza. “En la nave mayor al salir del coro hay una sepultura con lápida, la que no tiene ni ha tenido en uso el común de los vecinos por respeto a la nobilísima familia de los Pozas”.
A partir de entonces dejamos de tener noticias de la tumba, desconociéndose la fecha exacta en que desapareció. Nos inclinamos a pensar que ocurrió durante las obras de reconstrucción de 1937-1939, cuando se procedió a enlosar de nuevo el suelo de la parroquia.
La foto del mes
La interesante fotografía que vemos en esta sección fue publicada en 1906 en el número 10 de la revista sevillana Arco Iris. Muestra una panorámica de la entonces denominada plaza de Alfonso XII, apareciendo al fondo la fachada principal de la parroquia de Santa María Magdalena 1. Casi en el centro de la plaza, hay un tablado de madera 2, por lo que deducimos que la fotografía se tomó en los meses de verano. Era en esa época cuando se levantaba temporalmente dicho tablado, para celebrar animosos conciertos estivales.
Más al fondo, podemos adivinar la puerta principal de acceso a la histórica hacienda de los Dolores 3, que aún se conserva. No aparece la actual torre del Olivar, por la simple razón de que aún no había sido construida. A la derecha, la fachada norte del antiguo mercado de abastos 4, inaugurada en 1878 por el alcalde José Carballido Cotán. Terminaría siendo derribada en 1932. Por último, vemos la decoración y disposición de la plaza 5, que era este-oeste y no norte-sur como es ahora. Estaba decorada con palmeras, farolas de fundición, bancos y otros árboles.