Esto solo es una alegoría de la sociedad y cultura andaluza. Nuestra propia verdad, y lo que han proyectado de nosotros hacia el exterior. Una contraposición entre la realidad y el conocimiento es la única forma de acceder a la realidad inteligible.
El mundo sensible y el de la razón: Desde el siglo diecinueve, Andalucía ha llevado una pesada carga sobre su idiosincrasia, tanto en su conjunto como territorio y pueblo, como sus habitantes a nivel individual. Quienes nos han visitado y convivido con nosotros descubrieron la farsa.
Prisioneros de las sombras irreales: Durante todo el siglo veinte se nos utilizó como la parte típica de este país, colgándonos tópicos folclóricos y humorísticos de una cultura embarrada de banalidades. Muchos de nosotros fuimos también prisioneros por no ver la verdad.
La interpretación: Incluso se llegó a exportar esta imagen de cháchara y pandereta como seña de identidad de lo que era España; en realidad negra, llena de calamidades y pobreza, e impunemente amordazada para la libertad.
Dimensión atropológica: Los católicos y los fascistas impusieron el subdesarrollo como norma social, lo que arrastró a millones de andaluces a buscar una vida digna a través de la emigración hacia Cataluña o el País Vasco; curiosamente donde se llevaban el mineral extraído en las minas de Huelva y Jaén.
El prisionero que escapó debe guiar al resto: Una injusticia más cometida contra este territorio: el relego del desarrollo industrial, nos arrojó a la servidumbre de señoritos terratenientes con las manos manchadas de sangre. Los que escaparon, descubrieron que el mundo real era diferente, y volvieron contando la verdad a los encadenados.
Realidad humana: Sobrevivir con dignidad, con el fruto de tu trabajo tiene precio: el desarraigo, el alejamiento de tu tierra, de tu pasado y de tu vida presente. Sufrir de soledad y nostalgia infinita.
El sol la idea del bien: El conocimiento de sí mismo, es la herramienta fundamental para poder prosperar con los propios recursos. Reivindicar nuestra verdadera identidad como cultura ancestral, y nuestra capacidad para la tolerancia y convivencia.
La pluralidad del pensamiento: Como reflejo del mundo exterior. Que te libera de las cadenas mentales que confunden la realidad, esa que artificialmente nos han creado para impedir que tomemos conciencia como pueblo fuerte y poderoso. Únicamente de esta forma, lograremos la auténtica liberación moral e intelectual.
El cuerpo humano es carruaje; el yo, el hombre que lo conduce; el pensamiento son las riendas, y los sentimientos, los caballos.
Platón, 428 antes de Cristo