Una rosa blanca y una promesa a Valme hechas pregón

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Una promesa a Valme es lo que ha cumplido Álvaro Cueli Caro con su pregón de la romería de este 2018. Una promesa en la que su padre tiene mucho que ver y por el que estuvo este domingo en el atril de la Parroquia de Santa María. Una forma de agradecer a la Virgen esa rosa blanca, “que no tiene espinas”, que recibió cuando la enfermedad del cáncer entró en su familia.

Fue en el convento de las Carmelitas, muy presente también en sus palabras, donde Álvaro encontró el motivo y el final de su pregón. “Allí fui en busca de una historia y de una manera de expresar mi promesa” y descubrió que “Valme es tan grande en mi vida que cualquier detalle de su vida abre las puertas de mi corazón”.

Y es que el pregonero aprendió de “los nazarenos del ayer” que el verdadero Pregón de Valme  “son todos y cada uno de los nazarenos”. Un libro, “con casi ocho siglos de historia y que está escrito por Dos Hermanas”. Por ello, quiso dejar claro, al comienzo de su disertación, que “no vengo a traer un pregón, vengo solo y con una promesa en las manos, vengo a mostrar mi camino por las hojas y recuerdos que he podido ver en ese libro”.

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Una promesa de una hora justa de duración, en la que Álvaro abrió su alma, plena de Valme, y dejó salir por su boca, durante 60 minutos de este domingo previo de romería, una auténtica clase magistral de lo que es Valme, su vinculación con la ciudad de Dos Hermanas y el sentido que tiene en su vida y para todos los nazarenos.  Ya que, como el mismo expresó, “Valme es lo más grande y siempre viene a regalarnos cosas bonitas”.

Como bonitas fueron sus palabras, cargadas de historias y tradiciones de esta fiesta, las de este romero de Valme, siempre tan cerca de su devoción y su carreta blanca, muy presente en su pregón, como ya anunciase el coro de Valme, del que dijo el pregonero que era “el manto del manto de la virgen, con el tema interpretado antes de su intervención. Pero no sería el único, ya que también puso voz a la parte final de la salve, con aquel “divina madre de Dios, que Dios te salve Virgen de Valme”.

Álvaro habló del camino de ida a Cuarto, de ese que hacen, al menos una vez en su vida, todos los nazarenos, ya que, como él mismo expresó, “los primeros caminos a Cuarto más que darse, se cuentan, se aguardan y se atesoran, como las fotos antiguas”. Asegurando que “todos tenemos en casa un álbum con estampas e historias de Valme”.

De la llegada a Bellavista, “cuando los nazarenos ensanchan pecho ante la nueva Sevilla que le abre sus puertas”, ya que la de Valme es la “la romería de Sevilla”, como así lo atesoran las “fotografías históricas”. O de la vuelta, “cuando nos traemos a la Virgen a casa” y todos “los colores acuden para decirles sus últimas palabras a Valme, pero siempre queda el blanco”.

O la llegada a Dos Hermanas, en la puerta de la iglesia, “cuando todos miramos a la Virgen con todo nuestro amor, el amor de un vistazo, y nos despedimos de ella como si fuera para siempre”, sintiéndonos «como esa carreta, rota y huérfana que se marcha por la calle San Francisco”.

Pero, aunque “la esperanza finaliza con la romería, siempre Valme se queda con nosotros”. Con lo que el pregonero se acordó de su otra devoción, la del otro gran domingo de su vida y de su Hermandad de Cautivo,  hasta el punto que para él «decir Valme es abrazar a mi Esperanza».

Aprendiendo al finalizar su promesa “que el pregón de Valme ya está escrito”, como le dijeron los nazarenos del ayer, “y que Valme se sirve de gestos y de detalles”, como los que plagaron el pregón de Álvaro Cueli Caro hasta el final, con la intervención de la sección de metales de la Agrupación Musical de Valme con la interpretación de la Salve dedicada a la Protectora y el Himno de España.

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