Los padres siempre habían pensado que en aquella familia había pocas tierras que labrar y demasiadas bocas que alimentar, por lo que cuando apareció en el pueblo la comisión de captación reclutando niños para el internado católico, no tuvieron ninguna duda, una “boca menos” y un futuro mejor.
Burganes de Valverde, al norte de Zamora cerca de la provincia de León, siempre había tenido inviernos duros y futuro incierto; por lo que incluso aquella descabellada forma de salir de allí tenía pinta de ser una opción positiva a las duras e interminables jornadas de trabajo que le esperaban en el campo a cambio de la mera subsistencia.
Cuatro duros cursos en el internado y ocho de seminarista le completaron Teología y Filosofía y Letras, junto a los cinco que llevaba como sacerdote en una Parroquia de un barrio obrero de Astorga, sumaban diecisiete años de su vida dedicados a la fe y el celibato. Pero a pesar de todo aquello, él seguía queriendo vivir como lo hace la gente en Barcelona, ciudad que tuvo ocasión de conocer con motivo de unas jornadas ecuménicas en el último año de seminario, soñaba con vestirse de mujer y quería dar consentimiento a las tentaciones impuras que producía su cuerpo.
La Iglesia debe pedir perdón a los homosexuales. Papa Francisco
Pepe Cesto