Los crímenes de cada día. Entre pateras y ahogados

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En verdad, a veces hay que emplear palabras para que, con algún matiz o acento de cierta dureza, puedan servir como ‘espoletas’ para que salten, es decir, para que sea posible el despertar esas conciencias adormecidas ante estos crímenes de cada día como son las numerosas víctimas inocentes que, se están tragando las aguas del Mediterráneo ante la pasividad de los gobiernos europeos que, discuten sobre las posibles soluciones, hablando de crear espacios o zonas donde ubicar a los ‘inmigrantes’.

Parece ser que, a corto plazo la solución se inclina por ofrecer dinero a los gobiernos de Grecia y España a cambio de que acojan en sus propios países a los inmigrantes… Pero, ¿Esta es la solución que da Europa ante el fenómeno de la inmigración? Esta actitud va en contra de la dignidad humana, en primer lugar de los inmigrantes ¡tratados como mercancías! y de paso, también en contra de la dignidad de países como Grecia y España, a los que están tratando de ¡pordioseros!

Es decir, de que estos países, y especialmente España, que es el que más está sufriendo las consecuencias de ‘estos crímenes de cada día’ que, en realidad los cometen otros, y cuyas víctimas llegan a nuestras costas, donde a todos se acogen y se atienden al límite de nuestras posibilidades.

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Ante tamaña injusticia, me pregunto: ¿Por qué no dan la cara los culpables de esta catástrofe humana? Pues estos genocidas tienen nombre y apellidos. Estos cerebros, los inventores de la llamada primavera árabe que, con la excusa de llevar la ‘democracia’ a estos países (a los que les interesaban desestabilizar) entre otros, a Egipto, Túnez, Libia, Siria… (excepto a Arabia Saudí, ni tocarla), llevando al caos y sumiéndolos en guerras tribales, cuyas consecuencias son las continuas pateras que a diario llegan a nuestras costas.

Estas víctimas inocentes abandonan sus países por la masacre y horror de las guerras que los envuelven… El caso más fragante de todos es Libia, este país que, junto a Irak, era uno de los más estables, occidentalizado y rico, disfrutando su población de pleno empleo, y dicho sea de paso, donde la Iglesia, los cristianos eran respetados ¿Quiénes son los culpables de que este país arda en llamas?

Creo que la clave está en los nombres de las multinacionales que día a día están extrayendo (robando) el petróleo -quizás mezclado con la sangre de tantos mártires ¿Dónde están los Derechos Humanos? ¿Cuántas criaturas inocentes quedan todavía por tragarse el Mediterráneo?
¿Es esto lo que aprendió Europa del Año de la Misericordia que proclamó el Papa Francisco? Estoy por decir que, cualquier día hastiadas las aguas, llegarán a vomitar sobre las costas y playas, desde el Adriático al Mediterráneo, desde Grecia, Italia y España, los miles de cadáveres que almacenan en sus profundidades, la mayor parte de estos testigos mudos (niños incluidos), proceden de Libia, el país que sus depredadores, tras invadirlo, hacían bromas sobre el reparto del petróleo usando el símil del reparto de una tarta, reivindicando los mayores trozos de la tarta para los gobiernos más beligerantes, el francés, Sarkozy, y el inglés, Cameron, y las ‘migajas’ se repartirían entre los demás países ‘colaboradores’.

En este macabro reparto ¿calcularon también los muertos, los escombros y las cenizas que les corresponden a cada uno? ¿Saben cuántos ahogados les tocan a cada uno? Esta cuenta la tienen pendiente, y con el agravante de que cada día, no para de crecer el número de víctimas, unos a manos de los terroristas que dominan el país, y otros, de los que desesperados huyendo del terror, perecen ahogados.

¿Qué hace la ONU, la UNESCO y la UE ante esta masacre? ¿Por qué no se juzgan a los culpables de estos crímenes? ¿Por qué no se les exigen a los que se reparten la tarta del petróleo que se hagan cargo de la factura de los costes de las pateras de inmigrantes que otros países por humanidad están acogiendo? Ante estas realidades tan sangrantes ¿Cómo se puede creer que hay justicia en este mundo?

Y es que, de un mundo que vive a espaldas de Dios, donde el hombre se ha llegado a endiosar a sí mismo, no pueden esperarse otros resultados que los que, en este caso, como en otros, sigan produciéndose en los ‘crímenes de cada día’.

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