Lo fueron a buscar, lo encarcelaron,
le pegaron con odio de justicia,
le ataron el cartel de la inmundicia
y tiraron la llave del candado.
No importaba que hablara, sujetaron
su lengua con la imagen de codicia,
-de ser malvado-engendro-, con ficticia
orquesta alrededor, que se inventaron.
Tras el tiempo cruel del calabozo
donde todo es color de mierda y asco,
el malo resultó ser inocente.
¿Quién restaura su imagen, su destrozo?
¿La cosa queda así, sólo en un chasco?
¿O acaso es asumible su accidente..?
Dedicado a todas las mujeres que sufren
violencia de género, y que no merecen
sufrir la duda por aquéllas que, sin serlo,
se aprovechan de las leyes.