Yo que siempre me afirmo y posiciono
cuando al fútbol lo pinto de rastrero;
poniendo este deporte, el futbolero,
como indigno monarca de su trono.
Yo que odio el himnito en politono,
el escudo del club en el llavero,
el capote, la gorra o cenicero,
por un día, los trago y los perdono.
Y es que hoy, se contagian decepciones,
sentimientos de rabia contenida,
tras caer, triste, un Betis sin razones.
Así, siento en mi orgullo, cierta herida,
al ver que se encasquillan las pasiones;
por ver media Sevilla descendida.
Por ver media Sevilla descendida
me he visto en la otra cara de la historia:
el Sevilla, que ha dado a la memoria
un buen montón de puntos sin medida;
un conducto directo a otra partida
que es Europa, razón definitoria
de dar más ilusión y dar más gloria,
con tanta convicción como en la liga.
Ése es el color de esta ciudad:
media va, por ganar, como la seda,
y otra media capeando adversidad.
Son así: la que vuela y la que queda;
son Sevilla, su luz y oscuridad;
son la cara y la cruz de su moneda.