Como todos sabremos a estas alturas, al aprobar el Proceso de Bolonia los Ministros de Educación europeos no pretendían, en principio, nada más que la implantación de un sistema que permitiese fácilmente la equiparación de los títulos obtenidos en cada uno de los Estados firmantes, así como los propios estudios, permitiendo la movilidad de los estudiantes a través de un sistema unificado de créditos.
En principio todos podemos pensar que este cambio es, no sólo positivo, sino que es necesario; pero lo propuesto en Bolonia no es ese cambio que muchos deseamos, sino que supone la mercantilización de la educación, la conversión de la Universidad es una mera fábrica de titulados.
Desde siempre, los que estamos en esta organización que es Izquierda Unida, hemos reivindicado y “peleado” por una educación superior pública de calidad y accesible a toda la población. Es por esto que hoy volvemos a alzar nuestras voces contra un plan que supondrá además de la mercantilización, la elitización de la educación universitaria en nuestro país.
Con el Plan de Bolonia se está relegando a un segundo plano al conocimiento y la utilidad pública propia de las Universidades, haciendo que éstas últimas sean servidoras del mercado; la Universidad, como ya hemos dicho, será la fábrica de trabajadores precarios al servicio de las empresas, en lugar de ser centro del conocimiento y cuna de profesionales al servicio de la sociedad. La Universidad siempre ha sido, es y debe continuar siendo un espacio crítico al servicio de la sociedad, y no únicamente un centro de formación para las empresas.
Si este plan sigue adelante, en breve tendremos una Universidad elitizada, a la que no podrán acudir cualquiera, más aún si le añadimos los post-grados, que serán casi imprescindibles para acceder el mercado laboral. Estos Masters tendrán mucha más importancia que en la actualidad, ya que los grados que sustituirán a las Licenciaturas y Diplomaturas serán excesivamente generalistas, restando especialidad y capacitación, haciendo necesaria la realización de algún Master que ofrezca los conocimientos específicos y una mayor cualificación.
Como es lógico, continuarán existiendo Masters públicos con unos precios relativamente asequibles, pero los prestigiosos continuarán siendo los privados, como hasta ahora ha sucedido, y efectivamente no todos podrán acceder a ellos.
Es importante hacer referencia al nuevo sistema de créditos europeos, en el que se ve incrementada la carga de trabajo de los estudiantes, e impone la obligatoriedad de la asistencia a clase, haciendo casi imposible que estudie aquel que tiene que trabajar, bien por no disponer de ingresos que le permitan estudiar sin trabajar, o bien porque tienen familias a las que alimentar. Y para que esto se entienda, no tenemos más que mirar el esquema del sistema, donde cada curso académico tiene 60 créditos ECTS, que equivalen entre 1.500 y 1.800 horas de trabajo al año, lo que supone unas 40 horas de trabajo semanal (excluidas las semanas de vacaciones de Navidad, Semana Santa y verano), repartidas entre clases, trabajos, seminarios y más trabajos.
O paramos este proceso que se nos viene encima y que ya se aplica en algunas Universidades o podemos empezar a “rezar” para que nuestros nietos, hijos, hermanos… tengan la posibilidad de estudiar.