Difícil escribir para un maestro…
difícil condensar toda una vida
envuelta entre pupitres, esculpida
en aulas con olor a sueño nuevo,
a lento amanecer, a luz constante,
al viento en que tejer al caminante
que habrá de ser camino y ser relevo…
Difícil, muy difícil dar los versos
a treinta cursos llenos de paciencia,
a treinta inolvidables experiencias,
a treinta hornadas, treinta embajadores
dispuestos a engrasar la maquinaria:
quién sabe cuántas bellas luminarias,
quién sabe cuántos agrios sinsabores…
Los treinta los quisiera yo lanzar
al viento que llevase sus semillas
colmadas de razón, y de puntillas,
que diesen fruto al árbol de memoria
tan falto de respeto hacia la historia
de tanto ya olvidado profesor…
Es cuanto se merece quien ostenta
cumplir en San Fernando ya los treinta,
portando el adalid del director.