Quisiera ser mi glosa dedicada
a aquellos que, seguro, no la leen,
que viven destrozando y que se creen
la lengua del que siempre está a patadas.
A ellos, ignorantes y cobardes,
indigna patulea sin cerebro,
va el alma del poema con que enebro
mi pobre indignación por sus alardes.
Resulta que los nenes manifiestan,
demuestran su opinión –y sus cimientos–
a base de cargarse aparcamientos
de bicis de alquiler, que les molestan.
Parece que no están por la labor,
no quieren que su pueblo les reporte
más limpieza y civismo, más deporte,
menos coche, carrera y polución.
Y es así; ahora todos, a pagar:
nos re-toca pagar, con alegría,
a toda una simplona minoría
de vándalos imberbes sin domar.
Y algunos nos dirán que es por el paro,
vendrán otros hablando de la escuela,
surgirán baratuchos teoremas
y hasta habrá quien endose su pecado
a la siempre culpable sociedad…
Más recuerda, amigo mío, tú que lees,
que al final, te cabrees o no cabrees,
te indignes o limites a callar,
que al final -como digo- lo que queda,
es saber que esta rueda siempre rueda
si estamos los demás, para pagar…