La amistad y la devoción marcan el pregón del costalero
Francisco Melero comenzó tímidamente su pregón, pero poco a poco, a medida que iba recordando momentos que han marcado una vida entera debajo de los pasos, la camaradería propia de las hermandades afloró para desembocar en un pregón repleto de anécdotas. El pregón de Melero hizo por momentos reír a los asistentes, pero sin olvidar la seriedad y la devoción características de la Semana Santa. El humor en su pregón, según Melero, es algo “sano y beneficioso” y, sin duda, no defraudó a los asistentes.
Fue un pregón muy personal y más centrado en la Semana Santa que en los costaleros, pero no se puede disociar la labor de los que van bajo el paso de la Semana Mayor. “Los costaleros son parte de la hermandad durante todo el año”, afirmó Melero. Las hermandades son un lugar donde los jóvenes aprenden valores y la estación de penitencia, una manera de evangelizar. Así recordó su paso desde joven por las hermandades nazarenas; desde el Domingo de Ramos hasta la gran devoción por Gran Poder, Melero no perdió la oportunidad de rescatar de su memoria la amistad de tantos compañeros de trabajaderas.
Complejo de capital
Desde el atril de Santa Cruz, Francisco Melero hizo un llamamiento a que los cofrades no dejen de lado la Semana Santa nazarena por la de la capital, en un pueblo, “algo descastado, con complejos de capital” que no acude a la procesión de Santa Ana o el Corpus pero sí a los días grandes de la capital. Melero pertenece a varias hermadades sevillanas, pero censura la falta de apego de algunos cofrades nazarenos por las tradiciones propias del pueblo.
Palabras para la Virgen
De Valme a Mayor Dolor y Traspaso pasando por Santa Ana, Melero tuvo bellas palabras para la madre de Dios, recordando los momentos en que acaba una Semana Santa que hay que disfrutar “porque no se repite hasta el año que viene” y es el momento de despedirse de “la Señora y su hijo fallecido”. En el recuerdo mariano para la “Estrella que nos guía” no faltaron la Blanca Paloma, la Divina Pastora y, sobre todo, la madre de Jesús del Gran Poder, Nuestra Señora del Mayor Dolor y Traspaso, cuyo palio silencioso comparó con una melodía de candelería y cera derramada, al que acompañan los cantos de los pájaros al amanecer.