(Mateo 4, 12-23) “Si quieres ir rápido, ve solo; Si quieres llegar lejos, ve con compañero”. Escuchaba el otro día este proverbio africano y me impresionaba la verdad que propone. Uno sólo puede cambiar sus propias ideas y su forma de actuar en la vida mucho más rápido, pero pronto se cansa. Compartir con los demás lo que pensamos, aprender unos de otros, decidir juntos que es lo mejor, sobrellevar la incoherencia de los demás, y no sólo la propia, es más lento y trabajoso, hace más penoso y laborioso cuialquier proyecto de transformación social; pero le da una gran consistencia a esa inquietud, a ese trabajo.
En el evangelio de este domingo se ve a Jesús decidido a dejar su aldea natal para iniciar un camino de transformación para todo su pueblo. Pero no lo quiere hacer solo. Una vez que ha decidido dar ese paso, busca compañía. Trabajadores con inquietudes y profundas limitaciones, jóvenes sin mucha experiencia y con profundas ambigüedades en sus vidas serán los elegidos. Jesús inicia la primera Iglesia convocando a los discípulos a comenzar un movimiento de transformación social y religiosa al que iba a acompañar una transformación personal que ellos no sospechaban. Nunca renunció a ninguno de ellos, ni al que lo traicionó; nunca se desentendió de ninguno, ni ante sus negaciones, ni ante sus notables contradicciones personales.
Jesús nunca renunciará a nosotros, nunca se desentenderá de nosotros, a pesar de nuestras incoherencias, porque nos ha elegido para ser testigos del pueblo nuevo que él va dando a luz. Ser cristiano es ir con otros, tras Jesús, anunciando un mundo nuevo.