“Sé vivir en pobreza”

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(Mateo 22,1-14) “Sé vivir en pobreza y abundancia”, decía San Pablo en una carta que escribe a los cristianos de la ciudad de Filipos cuando estaba ya encarcelado y esperando su ejecución.
No eran ciertamente circunstancias fáciles las que vivía Pablo, pero era responsable de su sola persona. Vivir con “la espada de Damocles” del paro cuando tienes detrás unos hijos, que alimentar y que vestir y que llevar hacia delante, significa una responsabilidad muy grande. La confianza en la providencia de Dios se muestra verdaderamente en medio de las dificultades.

La pobreza, las dificultades, los problemas nos hacen redescubrir, algunas veces hasta recuperar, dimensiones importantes de la vida, que la opulencia y el derroche oscurecen.
El evangelio de esta semana nos describe un banquete en el que los que disfrutan no son los potentados con nutridas cuentas bancarias o con negocios importantes, sino los pobres, todos los que iban por los caminos, malos y buenos. Son los hombres y mujeres de “a pie” los invitados al banquete, a la fiesta del Reino.

Pero, ¿qué se puede disfrutar sin dinero?, ¿qué podemos tener sin pagarlo?, ¿cómo se atreve el evangelio a presentarnos una fiesta, un banquete, entre gente sencilla y sin muchos recursos? Entre los pobres del Reino, unas veces invitamos gratuitamente con lo que tenemos, y otras aceptamos la invitación con el corazón en paz y agradecido, alegres.

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En el Reino definitivo, ninguna injusticia, ningún abuso, ningún maltrato, privará del banquete a ni uno sólo de los pobres.

 

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