Cada piedra y cada error
que marcan ruta y esencia
al avance de la ciencia
y su proceso,
van más tarde o más temprano
caminando de la mano
del progreso.
A veces se nos antoja
que el estudio del detalle
es a veces una calle
sin salida,
sin ver que, aún cara y penosa,
la ciencia es defensa honrosa
de la vida.
Pero a veces, lo olvidamos:
sabemos más del chaval
que le pega sin igual
a la pelota,
que del médico abnegado
contra el virus dedicado
a su derrota.
Es la esencia de este tiempo:
vacunamos nuestras hijas
al precio de baratija
—suena a broma—
sin preguntarnos siquiera
quien le ganó la carrera
al papiloma.
Brindo por toda la ciencia,
por sus logros, sus errores,
por todos los luchadores
que, a menudo,
nos los dejamos aparte
cuando son los estandartes
del futuro…
A todos los científicos que hacen posible, entre otras cosas, que nuestras hijas se vacunen contra el cáncer de cuello de útero.



























