Mateo 13, 44-52
Por mucho que vituperemos a los políticos, nos hacen falta –aunque a decir verdad en nuestro ámbito más cercano se les adula más que se les critica–. El pueblo que tiene un buen dirigente, ecuánime, prudente, que mira el bien de todos, que se adelanta a los problemas para atajarlos, que se preocupa de lo importante y lo cotidiano, que no olvida los altos ideales en medio de la practiconería del día a día, tiene un tesoro.
Los hijos que tienen unos buenos padres no saben el tesoro que les ha tocado. La sociedad que tiene unos buenos líderes sociales –periodistas, empresarios, representantes vecinales, artistas– ya ha avanzado antes de comenzar a andar. También la comunidad cristiana que tiene personas capaces de encarnar la misión de la evangelización de su barrio.
Esos “tesoros” siempre son un regalo, ninguna fórmula matemática los produce. Y cuando nos los encontramos hemos siempre de mostrarnos agradecidos. Pero hay que potenciar y cuidar a quieres tienen vocación de trabajar en su pueblo, para su pueblo, por su pueblo, puestas las miras en la humanidad que siempre nos trasciende.
También es una vocación cristiana la vocación política; también los cristianos con deseos de construir un pueblo nuevo han de buscar en la persona de Cristo la fuerza y los criterios de su actuación. Cristo está en todos los pobres, nos lo dice el evangelio. También en el inmigrante que hace dos días fue detenido en la plaza del Arenal por no llevar papeles y en los que sabiéndolo tienen miedo.
Nos hacen falta políticos verdaderamente humanos, verdaderamente cristianos.