Manos blancas, limpias, dulces,
apenas tocadas de hastío,
decenas, preñadas del río
pleno en virtud y dulzor,
vuelan ya, parsimoniosas,
encantadas, luminosas,
al retiro del amor.
Manos sin mancha de lucro,
manos de monja entregada,
manos de luz sin coartada
que explicar a quien las dude,
que siempre dan cuando acuden
a conquistar desconsuelos,
y tras una vida dando
poco a poco van labrando
su caminito hacia el cielo.
Manos quisiera, sus manos,
para que exista el futuro,
para saltar cada muro
que creemos imposible,
para entender lo inservible
de tanto absurdo y simplón,
que a sus manos no conoce
y que resume su goce
tras las coces a un balón…
A las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl, que se van dejando la estela de los héroes verdaderos:el anonimato.