Sigilosamente suave;
apenas en un instante,
la línea serpenteante
de su espalda
quiso ceñirse a mi lado
mostrando cada pecado
de su falda.
El son lo impregnaba todo:
cada hueso, cada gesto,
cada paso predispuesto
a sublimarse,
era acorde en su derrota
y nacido en cada nota
al deslizarse.
Suavidad, ritmo, coraje,…
no puedo sintetizar
la cadencia que al bailar
en sincronía,
fue conquistando razón,
pulso, arteria y corazón
en armonía.
Cesó la música y ella
ciñó su blusa turquesa
perdiéndose entre la espesa
discoteca,
mientras mi aliento, vencido,
se sintió desprotegido
en sus muñecas…