(Mateo 9, 9-13) Nadie comprende mejor que el que ama. Nadie analiza mejor las responsabilidades de una persona, sino quien la quiere y la conoce de verdad. Nadie está tan dispuesto a darle otra oportunidad para que cambie, sino el amigo.
El que ama invita amablemente; exhorta con fuerza; riñe con vehemencia, si hace falta. El que ama busca siempre caminos nuevos para encontrarse con el otro. El que ama no se conforma con la rutina, pone toda su creatividad al servicio de su amor.
El que ama se sorprende, se admira, valora cada pequeño gesto, cada pequeño crecimiento, cada generosidad callada, cada palabra de libertad. El que ama tiene siempre al otro en el centro de su vida; busca el bien del otro, incluso por encima del de sí mismo. El que ama está dispuesto al perdón, al sacrificio; a dar y dar la vida, el tiempo, lo que posee.
El que ama no se arredra ante la caída y el sufrimiento del amado. Al contrario, cada caída, cada sufrimiento es un nuevo y fuerte motivo para seguir amando. El que ama, ama más intensamente en la pobreza, en el abandono, en la desesperación.
El que ama tiene sus cinco sentidos puestos en el momento presente. En la presente caricia, en la presente felicidad, en el presente gozo. Y tiene puesto su sexto sentido en lo que tiene que venir; y prepara, proyecta, prevé, se adelanta.
No se te olvide nunca que Jesucristo te ama. Nunca se te olvide.
No se te olvide nunca que lo único, lo único, que te pide es amor.