La iniciativa surgió hace seis años, dentro de las actividades de formación de la hermandad
Entre amigas y alrededor de una humeante taza de café, ahora que el frío empieza a dejarse notar, las mujeres del taller de bordado de la Hermandad de Gran Poder preparan hilo a hilo las prendas que vestirán sus titulares. Sobre amplios bastidores, los terciopelos morados y otras piezas de tela son poco a poco bordados con hilo de oro, con la paciencia y maestría de las 15 mujeres que habitualmente forman parte de este taller y bajo la supervisión de Antonio,el maestro bordador.
Aunque no todas las mujeres tienen la misma experiencia y conocimiento a la hora de bordar, las lecciones de Antonio hacen que poco a poco las más inexpertas vayan aprendiendo y creen a partir de un simple hilo verdaderas filigranas. El responsable de los diseños es Juan María, diseños que quedan dibujados sobre el papel que se fija a las telas de los bastidores. Después, Antonio, con una experiencia de más de 27 años bordando, se encarga de guiar a las bordadoras y supervisar todo el trabajo.
Vestido para el Niño Jesús
El taller de bordados surgió hace seis años, como parte de las actividades de formación de la hermandad. A lo largo de estos años han sido varias las piezas que se han elaborado; las primeras fueron unos faldones para las parihuelas con unos bordados de realce.
En estos momentos, bordan por segunda vez con oro un manto de camarín y una saya. Todos los materiales han sido, como es habitual, donados por un matrimonio de fieles.
El manto deberá estar listo para septiembre, cuando se celebren los cultos, y la saya para Semana Santa, aunque lo más urgente son unas prendas para el Niño Jesús que deben estar listas para Navidad y que llevan bordando desde octubre.
Pieza a pieza
El manto y la saya que están bordando las mujeres del taller lleva varias piezas de realce. Son trozos de fieltro sobre los que se borda con el canutillo, el hilo de oro hueco, y posteriormente se cosen a la tela. De esta forma, además de crear relieve, cuando el terciopelo se estropee, se podrá sustituir conservando los bordados.
Las mujeres bordadoras se reúnen dos tardes por semana, los lunes y los jueves durante una hora y media aproximadamente; aunque cuando se acerca la Semana Santa acuden casi a diario para terminar los trabajos. No todas pertenecen a la hermandad, Loli, por ejemplo, acudió ante la insistencia de su hijo, y en algo más de un año ha aprendido a bordar. Comenta que lo más necesario para esta labor es la vista, y estar pendiente de las indicaciones del maestro Antonio.
Contra la monotonía
Conchi, una experta bordadora, asegura que el taller es una forma de “quitarle dos tardes a la monotonía”. Hay muy buen ambiente entre todas las mujeres, lejos de la competencia de otros talleres. Así, además de aprender y cultivar su afición, pasan un buen rato gracias a la personalidad de Antonio.