Lo mismo que la aurora se tapiza
de escarcha y de dureza en el invierno,
mi ciudad aún se viste con el terno
de un manto de personas que tamiza
la dura realidad: se sintetiza
la noche convertida en sempiterno
estigma destilado en un infierno
que entre el parto del sol se mimetiza.
Y haciendo más ridículo el desastre
ponemos nombres propios que resuman
la ausencia de vivienda por divisa…
Así nuestra conciencia asume el lastre
de un montón de personas que rezuman
despistes de un motor que tiene prisa…


























