Un Picasso acerca al público a la figura del genial pintor malagueño
Un sótano repleto de cuadros y esculturas en algún lugar del París ocupado por los nazis en el año 1941. Por una escalera metálica bajan dos personajes, un hombre y una mujer, que confrontarán sus diferentes visiones del mundo, de la vida, del arte y de la política, en dos posturas irreconciliables pero igualmente atrayentes. Así es el comienzo de la obra de teatro Un Picasso, que protagonizan José Sacristán y Sonia Castelo, bajo dirección del propio actor, sobre un texto del norteamericano Jeffrey Hatcher.
En este montaje de Nacho Artime se cuenta la detención de Pablo Picasso a la salida del restarurante Les Catalans por unos soldados alemanes, quienes lo conducen hasta un sótano para ser interrogado por una funcionaria del Ministerio de Cultura, Miss Fischer, cuya misión es que certifique si tres de sus cuadros son auténticos.
Esta situación real, que vivió Picasso curiosamente un día antes de cumplir los 60 años, es el punto de partida para desarrollar un montaje teatral en el que la realidad y la ficción salida de la pluma del autor se mezclan para dar como producto final una obra cargada de matices y emociones y que acerca al público a la figura del pintor malagueño.
Arte y política
Un Picasso trata temas como el arte, la vida, la política o las pasiones a través de dos personajes antagónicos, pero que a la vez se atraen como un imán, precisamente por aquel refrán de los polos opuestos.
En un intenso intercambio de opiniones, pareceres y vivencias de Picasso y Miss Fischer, el espectador va conociendo las motivaciones de ambos personajes, su historia (al menos lo que ellos cuentan sobre su propia historia), la situación histórica y política, así como las mentiras en las que incurren para protegerse.
Cada uno de los cuadros que Picasso debe verificar desata una historia personal, real o inventada, que fascina al espectador por la mezcla de humor, emoción y fuerza con la que se cuenta cada una.
El carácter frío y calculador de la funcionaria alemana, que poco a poco va derribando sus barreras ante la personalidad del pintor, y la apasionada defensa de su arte de Picasso ponen al público ante el hecho de que la maldad o la bondad se diluyen cuando la vida de cada uno está en juego. Ambos personajes se defienden con verdades y mentiras, a fin de sobrevivir en una época en la que quemar obras de arte era una práctica habitual.
En definitiva, se trata de una historia de supervivencia, contada a través del arte, pero también una historia de pasiones, por la vida, por la pintura, por las mujeres, por el amor.
Pablo Picasso, una figura conocida para los espectadores españoles, se muestra mucho más cercano en esta obra, y se define como “un hombre que pinta, pase lo que pase”.
El Guernika
Como un velo que lo cubre todo durante la representación, la figura de El Guernika planea sobre cada conversación de los personajes. Canto a la paz, homenaje a las víctimas del bombardeo o simple obra maestra, esta impresionante pintura es uno de los protagonistas callados de Un Picasso.