Este sábado,día 23 de junio, todos tenemos una cita. No con el Sevilla F. C., ni con Miguel Bosé. Que me perdonen los seguidores de uno y los fans del otro. Pero en Dos Hermanas la cita del 23-J nada tiene que ver con espectáculos de masas, ni con hogueras, ni con celebraciones por la llegada del verano. No. El día 23 de junio nazareno es anterior y ajeno a todo eso; por ello, no debe verse silenciado o minusvalorado ante otros eventos, muy respetables y actuales, pero sólo circunstanciales.
Frente a las alternativas de este año, el día 23 hay una cita netamente nuestra que estaba, está y estará. Nunca se olvidará y, en este sentido, se puede decir que no es circunstancial ni pasajera. Muy al contrario: pocas fechas podrán traer tantos recuerdos como ésta, y es posible que no haya otro día tan simbólico en el calendario de nuestra ciudad.
Así, nuestro particular 23-J siempre permanecerá asociado, en la memoria colectiva, a un acontecimiento, pero no a un acontecimiento cualquiera, sino a uno de esos que, de verdad, quedan escritos con mayúsculas en la pequeña-gran historia de un pueblo. Porque fue el día 23, hace ahora 34 años, cuando se vieron colmados los anhelos y cumplidos los sueños de muchos nazarenos que, a pesar de los tiempos y de las reticencias, lograron poner una corona de oro sobre la cabeza más santa y querida de Dos Hermanas.
Por eso, la historia de este 23 tan auténticamente nuestro debería ser contada a los niños, casi como un verdadero cuento infantil, para que no la olviden y puedan, a su vez, contarla a los suyos en el futuro. Que sepan, siempre, por qué el día 23 es una jornada importante para Dos Hermanas, y más si coincide en sábado. Que conozcan qué ocurrió ese día y por qué hay que recordarlo. Que cuando vean a la Virgen por las calles, en paso de tumbilla y acompañada de un cortejo muy distinto del que la sigue hasta Cuarto, tengan conciencia de que algo excepcional tuvo que ocurrir para que Ella salga en solemne procesión periódicamente, fuera de su otoño habitual, en unos junios que son octubre…
Aquéllos, los de 1973, fueron unos tiempos ciertamente difíciles, por muchas y variadas razones. Incluso, como escribió entonces uno de los artífices del sueño que seguimos conmemorando, había que reivindicar “el derecho de los fieles a venerar las imágenes del Señor, de la Virgen María y de los Santos”. Hoy, muchos años después, las cosas son bien distintas, pero también parece que hay que seguir reafirmando ese derecho, y el sábado tendremos ocasión de hacerlo una vez más. No, quizás, frente a los mismos que entonces lo objetaban, pero sí en la medida en que ahora hay valores que están en quiebra y cada vez resulta más complicado defender lo que antes tenía un lugar incuestionable.
La coincidencia fortuita que se producirá irremediablemente el próximo sábado en nuestra ciudad (fútbol, concierto, noche de San Juan… ¡y procesión de la Virgen de Valme por el aniversario de su Coronación!) no será, pues, más que una metáfora de la sociedad actual, un signo de los tiempos que corren. Y eso no es ni bueno, ni malo, ni nuevo; simplemente es así y está bien que lo sea, pues así es la libertad. Lo importante, a mi modo de ver, es que ésta nos permite seguir siendo fieles a nuestra historia, que aquí en muchos casos también es memoria, porque lo acontecido en Dos Hermanas el día 23 de junio de 1973 forma parte de ambas: es historia para quienes no habíamos nacido y, al mismo tiempo, es memoria para quienes tuvieron el gozo de vivirlo.
En vísperas de este singular 23-J nazareno, no está de más recordar que, más allá de lo pasajero y lo circunstancial, tan simbólica fecha tiene un contenido propia y esencialmente nuestro, vinculado a uno de los pilares más sólidos sobre los que se asienta el gran edificio que hoy es Dos Hermanas y al que, por tanto, estamos unidos con un lazo especialmente robusto. El sábado, cuando las luces de la tarde preludien la noche más larga del año, todos tenemos una cita ineludible, que nos compromete por fidelidad: acudamos a Ella.