Nadie niega el gran problema que ocasiona el botellón en nuestras ciudades. A nivel de convivencia vecinal nos encontramos con gran cantidad de ruidos hasta altas horas de la mañana, música en cualquier lugar, basuras, olores desagradables… que pueden tocarle a cualquier vecino que tenga la ‘gran suerte’ de vivir en la plazoleta, calle o barrio elegido para la movida.
Pero no podemos olvidar otro problema aún más preocupante si cabe, que afecta directamente a la salud e integridad física de nuestros hijos. Jóvenes que comienzan a beber cada vez más niños. Los últimos estudios declaran que la media de edad de inicio de consumo de alcohol está en los 13 años y que con 16 años su alternativa de diversión los fines de semana está en sentarse en un bordillo y consumir alcohol (y otras drogas) hasta acabar borrachos, con todas las consecuencias negativas para su desarrollo físico e intelectual, sin llegar a entrar en el ambiente violento que suele rodear estas situaciones.
Con los botellódromos podemos solucionar el primer problema. Los vecionos afectados son menos o no los hay, aunque aquí también nos permitimos recordar a los barrios colindantes al recinto que sufrirán cuanto menos los ruidos de los coches al llegar y marcharse, la música alta y el deterioro del mobiliario urbano así como la falta de seguridad provocada por la gran cantidad de alcohol y otras drogas que se consumen.
Y con el primer problema parcialmente solucionado ¿Quién se ocupa del segundo? ¿Con qué entereza moral conducimos a los jóvenes de nuestro pueblo a un espacio donde su único objeto de diversión sea emborracharse?
Todos somos conscientes de que este es un problema que no se soluciona en un día, que es un trabajo en el que tenemos que estar implicados todos los sectores sociales, con medidas más apoyadas en la educación para el ocio y tiempo libre y que desde niños se trabajen en el ámbito familliar y escolar… pero como medida de urgencia ¿Sólo se nos ocurre un botellódromo? ¿Un espacio sólo dedicado al consumo de alcohol?
Creemos que nuestros jóvenes se merecen algo más.
Y aquí entran mil alternativas que van desde conciertos, actividades lúdicas, talleres, bailes… que se realicen en estos recintos una vez acondicionados y en los que de manera regulada se pueda consumir alcohol sin ser éste su último fin.
Al final de todo, tras el consenso de todos nuestros representates políticos en el Excmo. Ayuntamiento, se nos presenta un tercer problema añadido: la ubicación elegida para el botellódromo. ¿Han tenido en cuenta el peligro que entraña la proximidad inmediata de una gasolinera? ¿Se han percatado de que el apeadero de Renfe puede ser el cobijo y la escena de cuantos actos vandálicos puedan realizase? ¿Sabían ustedes que sin haberse trasladado aún el botellódromo y debido a la falta de seguridad y vigilancia nuestras mujeres tienen que ser acompañadas hasta que toman el tren en el apeadero? Si esto ocurre ahora, cuéntennos lo que tendremos que hacer cuando llegue el buen tiempo. ¿Se han imaginado por un momento el efecto llamada que esta ubicación puede acarrear al encontrarse en las inmediaciones del Cerro Blanco y Los Montecillos?
Por el bien de nuestros jóvenes y por una convivencia digna, recapacitemos.