El metro le hace caso al refranero
poniendo a don dinero por testigo,
de forma que allí, donde dijo “digo”,
se afana por decir que dijo “Diego”.
Y es que tiempo y espacio salen ranas
al proyecto que tanto prometía:
el metro no estará listo en su día,
ni parece que arribe a Dos Hermanas.
Todo esto ha provocado ver derruidos
los sueños de la UPO y Montequinto,
y ha obligado a aflorar el triste instinto
tan fácil de encontrar en los partidos:
No es más que averiguarse las razones
–mejor si éstas son sucias, deleznables–
que presenten al resto cual culpables,
en vez de ir a buscar las soluciones.
Y todo se diluye en grandes lemas…
y así se irán pasando las semanas…
y el metro sin llegar a Dos Hermanas,
siguiendo cada loco con su tema.