Ruta por el Valle de Ferrera, Pallars Sobira, Pirineos de Lleida(y II)

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viajesLas montañas malditas de Tor

FICHA TÉCNICA DEL VIAJE
Localización: Valle de Ferrera, comarca catalana del Pallars Sobirá en la provincia de Lleida. Pirineo Catalán.
Donde dormir y comer: Hotel Vallferrera  en Areu, un hermoso lugar familiar fundado en 1960. www.hotelvalldeferrera.com
Qué hacer: Rutas de montaña, subida al pic de estats ( 3143 ), el más alto de Cataluña.
Recomendaciones: Intentar llegar a Andorra desde Tor
Información: www.parcsdecatalunya.net  www.yetiemotions.com www.lleidatur.com
 

Nuestra sorpresa fue al ver una casa que podría ser un bar. Efectivamente, después de preguntar a una chica nos respondió:
—Sí, aquí podéis comer ¿Qué os pongo?
Tras subir por unas estrechas escaleras, nos llevó a un pequeño salón. Sobre las paredes colgaban cuadros antiquísimos, y una alacena que casi vencida por el peso y por los años, a duras penas se mantenía en pie. Este lugar al menos contaba con más de 200 años de antigüedad.
Una cálida chimenea (estamos en el mes de julio), nos acoge y a su vez nos ilumina, junto a un pequeño balcón por el que la luz solar penetra. Estamos en un lugar perdido del pirineo y aquí la electricidad aún no llega.
Ya casi a las seis de la tarde por fin pudimos comer: unas chuletas de cordero hechas con la misma brasa de la chimenea y una gran bandeja de chacinas del lugar; queso viejo, pero muy viejo, un sabroso jamón y, cómo no, butifarras del valle.
La chica que a su vez hacía de camarera, era de pocas palabras, aunque después lo entendí. Mi curiosidad era infinita, y no paraba de hacerle preguntas sobre este lugar. Ella siempre evitaba contestar.
Los meses de Julio en Tor son trágicos, y recuerdo que estamos en el mes de julio.
Desde 1890 los hechos han manchado de sangre la vida de este pueblo.
El 14 de julio de 1896 se constituye la sociedad de condueños de la montaña de Tor. Esto quiere decir que la montaña pertenece a los vecinos de Tor. Pero los habitantes de este pueblo se reducen a dos familias de caciques; los Sansa y los Palanca (familia de la chica del bar), que desde entonces se han disputado la propiedad única de la montaña.
En el año 1980 dos leñadores guardaespaldas de Palanca mueren en extrañas circunstancias, y los del pueblo dicen que Sansa no será el último.
En febrero de 1995, después de medio siglo de luchas por la propiedad, el Juez de Tremp dicta sentencia  y convierte a Sansa en único dueño. Pero sólo lo pudo gozar cinco meses ya que apareció muerto. Y como dicen los del pueblo no solamente estaba muerto, sino podrido.
Dos años después de aquel crimen sin culpable, los odios entre las dos familias se han convertido en irreconciliables.
Las palabras de Jordi Ribas Palanca hablan por sí solas: “solo me queda un camino, morir matando”.
Son 2.300 hectáreas de superficie las que tiene la montaña de Tor, mucho terreno y tentador para futuros proyectos.
De hecho, a finales de los años noventa, una empresa francesa se interesó por esta zona para la construcción de una estación de esquí. Recordemos que Andorra está a sólo ocho kilómetros.
La pista que une Tor con el país vecino ha sido lugar para que los contrabandistas y traficantes hicieran su negocio al no haber control fronterizo.
Al preguntar en Tor cómo estaba el camino, me respondieron:
—¡Bueno, en vehículo todo terreno y con mucho cuidado!
Para mí era inevitable, debía intentar la aventura y alcanzar la frontera.
Al principio el camino es fácil, pero rápidamente los socavones aparecen y la dificultad se hace patente.
Las nubes se concentran, y al poco tiempo el cielo se pone gris. Minutos después empieza a llover.
El camino se convierte en un barrizal, donde los hoyos son grandes charcos por los que el coche debe pasar. Sin conocer la profundidad y con mucho riesgo los intenté esquivar.
Las vacas que pastan en el lugar se atraviesan por los caminos, pero rápidamente lo cruzan y me dejan pasar.
Lo peor está por venir; un arroyo con bastante caudal y una fuerte lluvia hacen peligrar la travesía.
Tras pararme y comprobar la profundidad del arroyo, con mucho cuidado, pude pasar. El camino empieza a subir bruscamente y el nerviosismo se apodera de mí.
En poco tiempo la noche caerá, el móvil sin cobertura, y el depósito de gasolina a punto de acabar, y yo en un camino sin saber cuándo llegar.
Lo peor que puede suceder en estas circunstancias: una bifurcación de camino. ¿Por dónde he de tirar?, ¿izquierda o derecha?. Aplicando el sentido común cogimos por el camino que subía. Pero en lo alto del valle la Guardia Civil nos alertaba.
En la subida el camino se complica con el terreno y yo asustado decido volver.
La Guardia Civil sigue pendiente de nosotros, y el conductor de un Land Rover andorrano que subía  nos preguntó:
—¿Ibas para Andorra y el camino te ha  impresionado?
Mi respuesta fue inmediata y sincera, has dado con la palabra correcta, voy asustado. Me alivió cuando me dijo que debería volver ya que estaba a sólo dos kilómetros de Andorra, y lo peor ya lo había transitado. Di la vuelta al coche y de nuevo empecé a subir.
La Guardia Civil seguía pendiente de nuestro coche, y como era evidente al cruzarnos me debería parar. Así fue, lo primero que hicieron fue anotar la matrícula y después preguntarme cuál era mi destino.
Sin miedo y nada que ocultar le respondimos que queríamos llegar hasta Andorra, pero no sabíamos como estaría el camino. Uno de los guardias civiles que era de Córdoba nos contestó:
—Estáis ya cerca, pero cuidado con algunos tramos, porque el otro día sacamos a un coche de un socavón con los bajos destrozados. ¡Suerte!
Los metros se hacían interminables y a lo lejos, el brillo del sol cayendo reflejaba sobre un gran cartel azul en el que la palabra Andorra  lo rotulaba.
Por fin habíamos llegado a la frontera, donde una agradable carretera asfaltada nos daba la bienvenida.
Al bajar del coche y disfrutar de un paisaje espectacular, el olor intenso a quemado que se desprendía del vehículo, los excrementos de las vacas salpicados por los cristales y puertas del coche, nos daba una muestra clara del largo sufrimiento que había padecido. La aventura e incertidumbre del camino había merecido la pena.
Por supuesto la vuelta la hicimos atravesando Andorra y entrando por la Seo de Urgell.

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