El calor, que de nuevo nos visita
como buen emisario del verano:
nos posa un abanico en cada mano,
al ánimo lo aploma y lo marchita,
aquel cuya salud se debilita
lo acusa mucho más que estando sano,
y ataca igual al niño que al anciano
provocando que el sueño se derrita.
Otra cosa es el tiempo de locura
y violencia, que a más temperatura,
muchos barrios presienten con horror:
se trata del normal ablandamiento
que el cerebro del simple y del violento
sufre siempre que llega la calor.