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¿Vocación?

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 (Lucas 5, 1-11)  Si un joven o una joven de tu entorno se planteara la decisión de irse al seminario o ingresar en una congregación religiosa, seguro que encontraría más incomprensión y rechazo que acogida y admiración. La vocación cristiana a una vida consagrada no cuenta con muchos defensores, ni con buena prensa; posiblemente, parte de la culpa de esto la tenga la forma en que vivimos los que nos consagramos al seguimiento de Jesucristo. No toda vocación cristiana tiene porqué ser vocación de consagración, no se me malinterprete. Pero si en una Iglesia no se da la vocación consagrada es un signo de falta de experiencia de Dios. Si en un barrio o en un pueblo, o, incluso, en la propia comunidad cristiana la vocación consagrada se ve como algo extraño y superfluo es un signo de falta de experiencia de lo más profundo de la realidad humana.

Si no se comprende, aunque no sea el camino de la propia vida, que la entrega, sencilla, cotidiana y cariñosa a los más pobres puede llenar de sentido y de felicidad la vida de una persona, se está perdiendo una dimensión radical de la realidad de las personas. Si no se comprende que la experiencia de Dios puede llenar el corazón por entero, es que falta profundidad en la experiencia de Dios.

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Si los patrones de felicidad que normalmente se quiere para los hijos son el dinero que se gane en el trabajo, las cosas que se compre y las diversiones y los viajes que haga, es que vivimos en una sociedad enferma. Si el sacrificio por el otro, si el amor altruista, si la experiencia de lo que nos desborda y nos inunda, no pasa de ser “una experiencia” a realizar en algún momento de nuestra vida, vivimos en una sociedad enferma.

En el evangelio de este domingo, en medio de una experiencia de sobrecogimiento y de la propia nada, Jesús llama a Pedro a ser “pescador de hombres”. Pedro le entrega toda su vida; esa entrega, y la de otros muchos, ha ido humanizando a la humanidad. Ahora Jesucristo sigue llamando; quizás ahora también se llame Pedro; o Juanma, o Jaime, o Ana, o Mónica, o Lidia, o Manu, o Alberto, o Adrián, o Mélani, o Paloma, o…

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