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Veinte años del SEFF. El aniversario que casi no fue

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20 años
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Tras las muchas incertidumbres creadas y sufridas desde agosto, finalmente el Sevilla European Film Festival, que cumple veinte años, tuvo lugar en unas fechas no habituales y en unas condiciones nada comunes. Menos días, menos películas, menos pases, menos secciones… Calidad en la selección, eso sí, pero…

Vayamos por partes y empecemos desde el principio. Desde que acabara la edición del SEFF del pasado 2022, todos esperábamos que para celebrar sus veinte años tuviésemos un festival con sorpresas, grandes nombres, grandes momentos… Pero todo se truncó pronto. En abril, el director de los últimos diez años (José Luis Cienfuegos) deja el certamen para dirigir la Seminci de Valladolid. Un par de semanas después, es nombrado en el puesto Ildefonso Rodríguez. Poco después, en las elecciones municipales, Antonio Muñoz pierde su puesto tras la victoria de José Luis Sanz, pasando a gobernar la ciudad el PP. Esto no tenía que suponer nada para el SEFF, ya que el gobierno local ha cambiado de color político varias veces durante los años de existencia del festival, sin que ello haya provocado ninguna modificación sustancial. Y sin embargo…

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En agosto, de modo totalmente inesperado, el Ayuntamiento informa de que el festival se traslada a la primavera de 2024. La excusa utilizada es la coincidencia en el calendario con la celebración de los Latin Grammy en la ciudad en fechas similares. Excusa endeble, ya que, sin quererlo, se declaraba que la ciudad no estaba capacitada para albergar dos eventos importantes a la vez. Evidentemente, son muchas las voces que se alzan en contra de este hecho. Muchos veíamos ese cambio como una supresión del festival, y el temor a que se eliminara definitivamente no era pequeño.

Miembros del sector, medios de comunicación, público en general, asociaciones españolas y europeas, claman contra el hecho, hasta que finalmente, en poco tiempo, el Ayuntamiento recula y termina anunciando que el SEFF se celebrará a finales de noviembre, aunque en una edición especial, sin aclarar nada más durante bastante tiempo. El temor vuelve de nuevo cuando llega nueva información del Ayuntamiento (del nuevo director no había noticias desde su nombramiento), al dar a conocer que las secciones iban a estar muy lejos de lo acostumbrado, y no iban a ser más que un refrito de otros años, y que se iba a prestar especial atención a la difusión por los barrios de la ciudad (sin caer tampoco en la cuenta de que en la mayoría de ellos no hay locales donde realizar una proyección con una calidad aceptable para este evento). De nuevo, las quejas se reproducen, y el Ayuntamiento vuelve a rectificar y anuncia una nueva programación, esta vez sí, más acertada y cercana a lo que era habitual y más en la edición de los veinte años.

A finales de octubre se anuncia el nombramiento de Manuel Cristóbal (curtido en festivales y procedente de Cultura de la Comunidad de Madrid) como coordinador para este año (tras la baja de larga duración de Rodríguez), y poco después, la programación completa. La principal novedad es que (para este año) la Sección Oficial es no competitiva (condición sine qua non para que un certamen sea un festival, lo cual convertía a este SEFF en una Muestra). Una Sección Oficial excesiva de 23 películas, una muy reducida de Las Nuevas Olas y la ya habitual Panorama Andaluz. Poco más.

Al final, se han podido salvar los muebles (más o menos) y, para lo que muchos temíamos en los últimos meses, se ha podido hacer algo medianamente aceptable, aunque lejos del SEFF al que estábamos acostumbrados. Alguna queja más: la extenuante Sección Oficial (23) y la parquedad de horarios (21 turnos) hacía literalmente imposible verla entera; el que los miembros acreditados de la prensa no pudiésemos sacar entradas hasta ¡8 días! después que el público general (y el hecho de que no se guardara ningún cupo en la inmensa mayoría de pases) provocó que no pudiéramos ver varias de las películas más importantes… Pero esa quizás sea una queja menor.

Las películas de los veinte años

Como primera clave, resulta evidente que una de las cosas que se han perdido en esta edición respecto a las anteriores ha sido el riesgo y la transgresión en muchas de las películas que recibíamos y que eran unas de las principales señas de identidad del SEFF. No obstante, hay numerosos filmes destacables entre el puñado que hemos podido ver en los siete días que esta año ha durado la muestra.

En mi (muy) particular Top5 estarían dos películas españolas, dos francesas y una italiana:

Para empezar, Robot dreams, con la que Pablo Berger (que triunfó con su particular versión de Blancanieves) se pasa al cine de animación. Un perro solitario que vive en Manhattan decide crear un robot para tener un amigo con el que compartir la vida. La amistad va floreciendo hasta casi ser una misma alma. Hasta que una noche, Dog se ve obligado a dejar a Robot en una playa. Canto de amor a la amistad, una historia sobre el dolor por la pérdida y el saber pasar página. Y un canto al amor al cine: la película cita y homenajea a varios clásicos, desde Manhattan a Frankenstein, entre otras muchas. El estilo visual de la animación, colorista y casi naif en ocasiones, corre a cargo del sevillano José Luis Ágreda.

Por su lado, una de las sorpresas del año ha sido la fabulosa La estrella azul, biopic nada típico sobre el músico aragonés Mauricio Aznar que significa el debut en la dirección de largometrajes de Javier Macipe. Una película que enamora desde el principio y que tiene un puñado de logros visuales (hay un par de planos secuencia maravillosos, un tratamiento de las elipsis soberbio…) brillantes. El tratamiento que Macipe hace de Aznar es muy acertado, siempre desde el respeto, pero sin endiosar a la figura de la persona cuya vida se cuenta. Y sorprende también el modo en el que, en el tramo final, se rompe la cuarta pared y la película se torna totalmente autoreferencial, pero de un modo (casi) realmente originales.

Una de las curiosidades de este año era la presencia de dos películas basadas (muy libremente las dos) en el mismo relato de Henry James. Una era La bestia en la jungla (dirigida por Patrick Chiha y protagonizada por Anaïs Demoustier), la otra la fascinante La bestia (con Bertrand Bonello tras la cámara, y Léa Seydoux -que ganó el premio a mejor actriz en Valladolid- frente a ella). En un futuro próximo, en un mundo en que gobierna una IA y en la que los sentimientos humanos se consideran peligrosos. Para ello, Gabrielle decide purificar su ADN viajando a sus vidas pasadas. Allí se encontrará con su primer gran amor,, pero se verá abrumada por el temor de que una terrible catástrofe se acerca. Seydoux está sublime, y la película pide un segundo visionado para poder captar toda su complejidad, con una trama que pasa por tres momentos históricos distintos, y adentrarse en sus múltiples vericuetos. Resulta hipnótica en muchos momentos.

Otra sorpresa fue ¡Linda quiere pollo!, película que venía de ganar en Annecy (el festival más importante del mundo en el terreno de la animación) y que, a pesar de que pintaba a ser una cinta de marcado carácter infantil, resultó ser una descacharrante comedia de enredo, al más puro estilo screwball comedy del cine clásico de Hollywood. Muy divertida historia en la que Linda, una niña de unos diez años, es castigada injustamente por su madre. Cuando esta se da cuenta de su error, le dice a la pequeña que le pida lo que quiera como compensación. Y Linda quiere pollo, el pollo con pimientos que hacía su padre. Pero la madre no sabe cocinar, y hay un problema mayor: el país está en huelga general y no hay modo de encontrar un sitio donde comprarlo. Comienza así una carrera alocada, con la policía persiguiéndolas. Animación colorista y muy original, que se desarrolla a un ritmo vertiginoso, emotiva en muchos momentos, y muy muy divertida.

Finalmente, lo último de Matteo Garrone, todo un habitual del SEFF, que nos ha visitado anteriormente con GomorraReality y El cuento de los cuentos, y que ahora llega con la que es la candidata italiana a los Oscar. Va a ser una de las películas del año, Yo, capitán, donde se narra la odisea de dos primos que abandonan Dakar en busca de un futuro en Europa. Pero lo que ellos pensaban que iba a ser una aventura resulta estar llenas de peligros y de dolor. La película está llena a medias de momentos dolorosos y terroríficos, y de otros bellos y emotivos.

A parte de estas, también se podrían destacar A fuego lento (cinta en la que prima lo sensorial, y donde lo gastronómico toma el control de todo), El libro de las soluciones (lo nuevo de un director tan radical y original como Michel Gondry, que le acerca mucho a sus inicios con La ciencia del sueño), La tierra prometida (dirigida por Nikolaj Arcel y protagonizada por Mads Mikkelsen, que repiten tras Un asunto real, que también estuvo en el SEFF, sobre un capitán del ejército que plantea colonizar los inhóspitos páramos daneses en nombre del rey a cambio de un título nobiliario, pero que se tendrá que enfrentar a un arrogante gobernante local), El deshielo (debut tras las cámaras de Veerle Baetens, protagonista de la aclamada Alabama Monroe, sobre una joven que regresa a su pueblo natal y rememora un verano tumultuoso en el que resulta demoledora en su tramo final), o Club Zero (de otra habitual del SEFF como Jessica Hausner (esta es su quinta presencia en Sevilla) con una profesora de una escuela de élite para dar clases de nutrición, y que pronto establece un estrecho vínculo con un pequeño grupo de alumnos, sin que otros profesores se den cuenta de lo que pasa, hasta que todo se salga de madre).

En resumidas cuentas, una edición de la que lo mejor que se puede decir es que ha existido, algo que, con todo lo ocurrido en los meses previos, ya es mucho. Esperemos todos que para el 2024 todo vuelva a la normalidad, que se recuperen las secciones que este año no han existido, que vuelva el riesgo en las propuestas fílmicas, que vuelvan las proyecciones de siempre (las sesiones de la mañana este año han sido un páramo, por ejemplo), y que el SEFF se recupere del daño causado en esta tempestuosa y salvada por los pelos edición de sus veinte años.

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