Basado en hechos reales (obviamente ficcionalizados), la nueva película de la neozelandesa Niki Caro, auspiciada y protagonizada por Jessica Chastain (lo más parecido que tenemos a una estrella clásica en la actualidad), se sitúa en la Polonia invadida por la Alemania nazi, concretamente en el zoológico de Varsovia, cuyas instalaciones sus dueños, Jan y Antonina, dedicarán para ocultar a cientos de judíos cuando el ejército alemán comience su persecución y después de que muchos de los animales murieran o huyeran tras los bombardeos de la ciudad.
No es esta, pues, una historia nueva. Han sido varias ya las películas que han abordado el exterminio judío por parte de los nazis, cintas mucho más dolorosas y sobrecogedoras, más centradas en plantear el drama de la situación que esta preciosista y demasiado convencional cinta.
Semejante en su planteamiento a La lista de Schindler, la maravilla cinematográfica que dirigió Spielberg sobre el empresario que salvó a numerosos judíos en Cracovia, Niki Caro dulcifica demasiado su tratamiento y no se acerca ni de lejos.
Hay momentos, también es cierto, que son terribles y que te cogen un pellizco en el estómago, como la violación de la chica (a pesar de que esta está fuera de cámara). Pero, en general está mal contada y hay situaciones que no tienen sentido: el modo en el que se evaden los judíos, cómo se esconden, hace poco creíble que no se descubriera antes.
Estados Unidos-Reino Unido-República Checa, 2017 (127′)
Título original: The zookeeper’s wife.
Dirección: Niki Caro.
Producción: Jeff Abberley, Diane Miller Levin, Jamie Patricof, Kim Zubick.
Guión: Angela Workman, basado en el libro de Diane Ackerman.
Fotografía: Andrij Parekh.
Música: Harry Gregson-Williams.
Montaje: David Coulson.
Intérpretes: Jessica Chastain (Antonina Zabinska), Johan Heldenberg (Jan Zabinski), Daniel Brühl (Lutz Heck), Timothy Radford (Ryszard Zabinski), Efrat Dor (Magda Gross), Iddo Goldberg (Maurycy Frankel), Shira Haas (Urszula), Michael McElhatton (Jerzyk), Martha Issová (Regina Kenigswein), Daniel Ratimorský (Samuel Kenigswein).
También resulta ciertamente inverosímil el comportamiento conformista del personaje que interpreta Daniel Brühl (que ya, por cierto, se pierde la cuenta de las veces que ha participado en películas con argumento relacionado con el nazismo, bien en el lado de los sufridores -Colonia o Alone in Berlin-, bien en el lado del bando de los nacionalsocialistas -Malditos bastardos o esta misma-.
Podía haber sido un ejercicio muy interesante, pero, como decimos, el tratamiento demasiado dulcificado de la historia, y el que sea la enésima historia sobre el exterminio (puede provocar saturación y sonar repetitiva), juegan a su favor. Ni siquiera una Jessica Chastain (que es quien está verdaderamente detrás de la producción), que refleja bien su papel, a pesar de sus muchos susurros, consigue levantar el nivel.
