Ahora afloran los recuerdos previos a su enfermedad. Sin darnos cuenta, hemos estado centrados durante los últimos años en el instante, dejando a un lado su trayectoria. Abandonamos la figura para atender su cuerpo y mente, que se deterioraban de forma inexorable. Pero su legado y memoria cristalizaron al completo desde el instante en que expiró en nuestro hogar, rodeado de toda la familia.
Juan Varela Gómez nació el 28 de abril de 1933 en la calle ‘Real’ de Dos Hermanas. Forjó su carácter a través de una infancia y juventud impregnadas con unas ganas desmesuradas de vivir aprendiendo, bajo la dureza de la posguerra. Sus ideales y creencias marcarían desde entonces toda su vida. Se preparó académicamente de forma admirable, pues llegaría a culminar estudios superiores al tiempo que trabajaba para ayudar en casa a sus padres. Esta formación sirvió más adelante para crear su despacho profesional, a cuya sombra seguimos algunos de sus hijos.
Presidente de Acción Católica en los albores de su desarrollo, parte activa de las primeras Cáritas Interparroquiales y miembro de la Hermandad Obrera de Acción Católica. Redactor de Adelante y corresponsal de El Correo de Andalucía. Elegido representante municipal del tercio de familia, pionero de la actividad sindical y vecinal durante la dictadura, cabeza de lista y portavoz por UCD en la primera corporación democrática. Presidente y socio número uno del Dos Hermanas Club de Fútbol. Hermano Mayor de la Hermandad de Valme. Padre ejemplar de ocho hijos y esposo.
Siempre trabajó de forma altruista por Dos Hermanas y su gente. Nunca, jamás, se lucró por las múltiples iniciativas que desarrolló en los distintos ámbitos de nuestra sociedad. Pese a las adversidades, siempre actuó de corazón, en cuerpo y alma. Valiente como pocos, en ningún momento rehusó del liderazgo. Su compromiso era de tal magnitud que en todo lo que participaba terminaba cogiendo las riendas de su empresa para llevarla lo más alto posible. No pidió nada a cambio, simplemente lo hacía.
Constancia, solidaridad y trabajo. Nuestro padre siempre ha tenido muy claras sus ideas, sus compromisos sociales, sus creencias religiosas, sus afinidades políticas, su amor por Dos Hermanas. Lo ha vivido y nos lo ha mostrado. En ningún momento nos lo ha impuesto. Ha predicado toda la vida, junto a mi madre, con el ejemplo. Los dos han sido y siguen siendo nuestro referente, el modelo donde fijarnos. Son la viva imagen del amor. En definitiva, el mayor patrimonio que nos deja mi padre es la verdad, esa que siempre nos hace libres, la misma que le otorga ya su inmortalidad.