Vivimos tiempos en los que muchas palabras que definen valores ideológicos fundamentales para los seres humanos han sido vaciadas de contenido, siendo redefinidas por el sistema dominante con significados ajenos a ellas mismas, desvinculadas de la fuerza y del compromiso que muchas de ellas representaban y mostrando un contenido lleno de prejuicios, reduciendo el significado a un esperpento del término inicial. Este es el caso del término feminismo, más acertadamente feminismos.
Así, parece que el discurso dominante se apropia del término igualdad, en una pirueta en la que parece ser que hombres y mujeres ya hemos logrado el objetivo prioritario: somos iguales. ¿Iguales ante qué? Olvidamos que, si no cuestionamos el contexto en el que se define la igualdad, este concepto ético y perfectamente válido, deja de ser real y queda reducido exclusivamente al plano de lo formal. Se convierte así en otro significante vacio.
Victoria Sau en su obra Diccionario ideológico feminista, señala que las mujeres hemos estado más preocupadas en construir feminismos que en definirlos. Y así ha sido durante mucho tiempo: los distintos feminismos se han construido con vindicaciones y con el esfuerzo cotidiano de mujeres que han ido señalando dónde se encontraban los obstáculos, las diferencias, las opresiones y las trampas que nos mantenían alejadas de ser seres plenos, libres y protagonistas de nuestra historia, la de la Humanidad. Cuestionando la realidad que nos oprime, y ofreciendo alternativas que transformen de forma concreta lo personal, lo social, lo político, lo económico, y que cambie no sólo la realidad injusta para las mujeres, sino que contribuya a un mundo más equitativo para hombres y mujeres, y a un sistema más respetuoso con las relaciones humanas.
Cuando nos preguntamos sobre cuáles son las personas referentes, aquellas protagonistas de los cambios que nos han hecho evolucionar como Humanidad, reconocemos a todas las personas que en los ámbitos del pensamiento, de la filosofía, la ideología… nombraron a las injusticias y desigualdades de sus momentos históricos, y analizaron y propusieron un cambio en la lógica tradicional del poder de favorecer los intereses de una minoría privilegiada, para dar paso a la lógica de situar a los seres humanos en el mismo nivel de igualdad.
Así, reconocemos que hemos tenido personas en el ámbito del pensamiento que nos han definido y orientado hacia conceptos tan revolucionarios, transformadores y lógicos como democracia, derechos humanos, igualdad y un largo etcétera de propuestas nuevas, para obtener como último resultado unas relaciones humanas más justas, más equilibradas y felices.
En la historia de la Humanidad las mujeres somos un colectivo que hemos soportado y seguimos padeciendo todas las malas praxis de las lógicas del poder: violencias machistas, desigualdades reales en los ámbitos sociales, laborales, culturales y, sobre todo, económicos.
La propuesta de recuperar y asumir el nombre de Feminismos es un paso hacia adelante en la transformación de nuestra organización, Podemos, y obviamente de la sociedad. Reconocer que la igualdad formal y real es nuestro objetivo es lógico, pero asumir que las mujeres tenemos que ser las protagonistas de estas luchas es fundamental. Asumir que el movimiento feminista en su diversidad es nuestro referente es apostar por unirnos en torno a un eje violeta que nos dé cobertura a la hora de construir nuestras lógicas y a la hora de asumir nuevos retos. Es por ello que sigue siendo tiempo de Feminismos.
