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Con Calma

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Marcos 6, 30-34

ENSEÑAR REQUIERE calma. Enseñar algo importante, que se incorpore a la forma de pensar y de vivir de alguien, que transforme significativamente su vida, requiere calma.

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Por eso para enseñar son malas las prisas, las palabras tajantes, las condenas, las descalificaciones. Enseñar requiere acoger el universo mental de la persona a quien se enseña, saber cuáles son sus miedos y sus fortalezas, sus dudas y sus prejuicios. Enseñar requiere acoger sin conformismos. Toda la paciencia necesaria, todos los ejemplos y recomendaciones, pero sin renunciar a la verdad. Enseñar requiere inconformismo con la ignorancia y el error. La renuncia a la verdad trae siempre injusticia y deshumanización.

Enseñar requiere serenidad y humildad. Quien enseña sabe que tiene algo que el otro necesita; pero también que es el otro el que verdaderamente importa; que es el ritmo del otro el que hay que respetar; que son los logros del otro los que dan sentido a la propia actuación. Un buen maestro no puede sino alegrarse de que sus discípulos lo superen.

Es verdad que la vida enseña muchas cosas, y que pocas veces escarmentamos en cabeza ajena. Pero esa misma vida nos enseña a arrepentirnos de tantas veces como no escuchamos a quien con calma quiso enseñarnos. Muchos sufrimientos nos habríamos ahorrado.

Calma para enseñar; calma para aprender. Todos somos discípulos; tú también; y hemos de estar dispuestos a aprender de las enseñanzas del Maestro que nos espera en cada persona, en cada circunstancia, en cada recodo del camino.

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