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Cambio de hora y demás salvajadas

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Las cinco de la tarde y veinte minutos y ya está oscureciendo. ¿Quiénes disponen los cambios de hora? ¡Hombres tienen que ser! ¿Qué ventajas tenemos cuando a estas horas ya, las amas de casa no podemos ni arreglar un descosido? Yo, como saben soy mayorcita y mis ojos se resienten, pero más jóvenes tampoco pueden emprender a esta hora temprana un repaso de ropa, leer un libro ni escribir una carta. No llego a comprender eso de que ahorramos energía.

Cuando salimos de la cocina suele ser sobre esta hora más o menos, y es bueno descansar un poco para la jornada de la tarde-noche. Nos gusta hacer distintas cosas, y no hay razón para tener que encender las luces para todo. Yo al menos me mosqueo muchísimo, porque me gusta leer un rato y relajarme, pues me levanto a las ocho de la mañana. Pero estos cambios nos trastornan de una manera impresionante, creo que hasta los estómagos se alborotan.

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Aunque no nos hace falta el cambio de hora para que nos sintamos mal y molestas. Aquí, desde casa, con solo escuchar y mirar para la plaza del Arenal se te caen los palos del sombrajo. Pronto veremos un bloque de pisos en todo el centro. Eso es lo que deja dinero, y así acabarán con ella. ¡Qué alegría tan grande me da cuando la veo desde mi azotea! Vamos, para chillarle al oído a los que lo han dispuesto. Los invito a casa para que vean la obra de arte.

Hoy estoy muy triste porque se me ha muerto mi chica y mi Arenal está a punto.

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