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Ni los sueldos irrisorios;
ni las guardias infernales;
ni los barrios-manantiales
de droga y de delincuencia,
han podido doblegar
al sanitario del SAS
que desparrama elocuencia.
Son estos los grandes héroes;
profesionales de raza;
toreros de malas plazas
—tal que es “Los Montecillos”—
donde en mesas de salud
se han ajustado la Cruz
y le han sacado su brillo.
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Brinda el poema por ellos:
por los que sueñan despiertos;
por los que piensan que es cierto
todo aquello que aprendieron,
que juraron y blandieron
con un título en su hora,
y que al son de ambulatorios
dan su ejemplo meritorio
a los que no lo valoran…
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